CRÓNICAS URBANAS El virus que corrió a la clientela

Foto tomada del internet .

CRÓNICAS URBANAS
El virus que corrió a la clientela

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HUMBERTO RÍOS NAVARRETE
29.03.2020

Ese día, jueves, la voz culebreó como un cohete por rincones de la ciudad y se extendió al día siguiente, cuando el colectivo Brigada Callejera comenzó a repartir despensas entre sexoservidoras y mujeres trans que laboran en Puente de Alvarado, La Merced y Tlalpan, pues entraron en crisis por la falta de clientela en estos tiempos del coronavirus.

Esther, de 61 años, con 42 en la práctica de esa actividad, fue de las primeras en enterarse, de modo que subió a un microbús en Neza, donde vive, hacia la estación Pantitlán del Metro, y trasbordó con dirección a Observatorio; descendió en Candelaria de los Patos y caminó unas calles.

Otras cerca de mil comenzaron a formarse en la acera de la avenida Corregidora, donde tiene su cuartel general Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, para recibir las despensas, cuyo costo fue sufragado por el propio colectivo y la Secretaría de Gobierno de Ciudad de México.

Una tercera parte de sexoservidoras podría ser echada a la calle, pues no podrán pagar la renta en posada y cuartos de hoteles, esto por culpa de la crisis que ya está encima, calcula Elvira Madrid, cabeza del colectivo.

Algunas conocieron la noticia a través de la agencia Noti-calle, donde el redactor principal es Aquiles Baeza; de ahí, según versión de Jaime Montejo, corrieron la voz de esquina en esquina, hasta desparramarse por rincones de otras alcaldías, como Venustiano Carranza y Cuauhtémoc, donde hay más trabajadoras sexuales.

—¿Y ahora qué van a hacer?

La pregunta es para Esther.

—Eso es lo que nos preguntamos; ahorita nos dan despensas, pero, ¿hasta cuándo va a durar esto?, porque ni un cliente ha caído.
Es la desazón que bordea.

***

La mañana del jueves, integrantes de Brigada Callejera, encabezada por Elvira Madrid, salieron de la calle Corregidora, alcaldía Venustiano Carranza, rumbo a la Central de Abasto, y compraron 30 mil pesos de víveres para hacer 320 despensas; el resto, 300, fueron donadas por la Secretaría de Gobierno de Ciudad de México. Cada caja también trae 30 condones donados por la marca Sico, así como píldoras anticoncepción de emergencia.

Un día después, varias sexoservidoras comenzaron a formarse frente al domicilio del centro comunitario. La noticia también llegó a oídos de algunos de los sin techo, que abundan en esa zona, pero Montejo tuvo que disculparse, pues el colectivo tiene una política muy específica.

Esta asociación civil, con poco más de 20 años, tiene claro su cometido: “Promover los derechos sexuales y reproductivos de sexoservidoras, mujeres migrantes e indígenas; así como a la prevención del VIH/Sida y la movilización contra la trata de personas”.

Entre sus diferentes actividades, de acuerdo con su acta constitutiva, se encuentra la prevención “combinada” del VIH/Sida, “siendo uno de sus componentes, la atención de casos de trata de personas y la defensa de los derechos humanos de las trabajadoras sexuales”.

Esa noche Jaime Montejo subió las escaleras del viejo edificio de Corregidora, en uno de cuyos departamentos están las oficinas del colectivo, y se unió al grupo, liderado por Elvira e Isela Madrid, y apenas pudo llegar, pues era la ocasión número 45 que recorría los mismos escalones sobre los que aguardaba esa fila que parecía no tener fin.

Y ahí estaban.

La hilera caracoleaba.

Se escuchaba la boruca.

Esta vez habían distribuido dibujos de posturas sexuales que denominó “El Coronasutra en tiempos del covid-19”, similar a las que hicieron cuando azotó el virus de la influenza tipo AH1N1.

Pero ahora es distinto.

***

Decenas de sexoservidoras se forman para recibir su despensa; algunas, de la tercera edad, llegan en silla de ruedas y otras con bastones, incluso con bolsas para diálisis. Dicen que en La Merced hay de todo y para todos.

Después de la medianoche, ya sábado, aparecieron otras de Tláhuac, Azcapotzalco, Miguel Hidalgo, Xochimilco. Un promedio de 25 promotoras de salud, voluntarias de Brigada Callejera, entre ellas algunas trans, descargaban el camión con despensas del Gobierno de Ciudad de México. Elvira supervisaba desde arriba del automotor.

Las sexoservidoras, entrevistadas por teléfono, coincidían en que el oficio está en crisis. Había mucho bullicio. Apenas se escuchan sus voces.

—¿Cómo ve la ayuda?

—Muy bien; de hecho ahorita estamos repartiendo y recibiendo el apoyo aquí —dijo Esther.

Esther cumplió 61 años, de los cuales tiene 42 de ejercer el oficio. Pero desde hace 15 días ha escaseado la clientela, “y cada vez es peor”, dice.

—¿Tienes hijos?

—Tres varones, una mujer y tres nietos. Dos, los más chicos, uno de ellos soltero, dependen de mi, y a veces le ayudo a uno de los grandes.

—¿Y ahorita cómo le hace?

—Me creerá que estamos bien apretados, porque no tenemos recursos y estamos a medio comer. La verdad es que la mayoría de las veces regresamos sin nada. Está todo bien solo. Y debo mi renta.

Una de sus compañeras, Ernestina, nació hace 40 años en Ciudad de México y empezó a trabajar a los 17. Labora por las tardes.

Ernestina tiene dos hijos. De ella depende su madre, una hermana y cuatro sobrinos pequeños. “No, pues no hay nada”, respondió cuando se le preguntó cómo está el trabajo.

—¿Cuánto gana en un día?

—Pues cuando está bueno hasta mil pesos; pero cuando de plano está jodido, pues nos llevamos 100 o 200 pesos.

Rosa Isela Madrid narra que eran cerca de mil trabajadoras sexuales. “Se nos vino el mundo encima”, comenta, a eso de la medianoche del viernes.

Pero estos activistas están curtidos, como lo han demostrado en los estados de Chiapas, Michoacán y Jalisco, donde hacen lo mismo otros voluntarios del colectivo.

“Tómenlo en serio”, les habían advertido sus colegas italianos a través de las redes sociales. “No duden en mandar a la gente a sus casas, porque acá ya están embodegando cadáveres”.

Por eso la urgencia.