CRÓNICAS URBANAS Los no asalariados se rebelan

CRÓNICAS URBANAS
Los no asalariados se rebelan

HUMBERTO RÍOS NAVARRETE
10.11.2019/01:20

Es un movimiento silencioso. De boca en boca reciben la noticia de que en el Congreso local se cocina una ley que los obligará a pagar impuestos; pero ellos están en contra y piden protección social, pues son trabajadores no asalariados que ejercen los más disímbolos oficios en la capital, entre los que hay mariachis y vendedores de billetes de lotería, que no están en su mejor momento, como recuerda Yolanda Frías Flandes, quien desde los 6 años, a partir de 1964, acompañaba a sus padres y abuelos en recorridos por la avenida Juárez, en busca de clientes que apostaban a su suerte.

Por su memoria saltan esa y otras anécdotas. El hotel Regis, el centro nocturno El Capri, la tienda Salinas y Rocha y el hotel Del Prado, entre otros símbolos urbanos de la época, son algunos de los inmuebles que refulgían en esa avenida, de manera especial por las noches, pero años después desaparecerían con el temblor del 1985, mismo que destruyó parte de la capital y lastimó el edificio que habitaban los Frías Flandes.

Pasó la tragedia y la gente siguió comprando billetes de lotería. Con el tiempo aquella familia, formada por un matrimonio con nueve hijos, se ganaría el mote de Los Conejos. Todos habían aprendido el oficio, y su radio de acción se extendería hasta la Plaza de Toros México, durante los domingos de corrida, y en el Parque del Seguro Social, en la colonia Narvarte, donde sus mejores clientes eran los beisbolistas cubanos.

Para Imelda Yolanda, que forma parte de la tercera generación consagrada a este trabajo, “la lotería es muy noble; además, ves cómo la gente se levanta cuando gana el premio mayor”. Enseguida cuenta casos de vendedores de lotería que, decepcionados por falta de prestaciones, anuncian su retiro, pero luego regresan “porque la sangre del billete llama”.

Esta mujer de verbo fácil, ahora secretaria general de la Organización Nacional de Vendedores de Billetes de la Lotería, con 2 mil 800 inscritos, más los llamados sub billeteros, que suman 6 mil 500, está orgullosa de su trabajo, “porque con un billete que vendas ya tienes algo para comer”.

Lo que está presente en ellos, sin embargo, es la preocupación de no tener prestaciones sociales, mientras que el servicio médico está limitado, pues depende del porcentaje de venta que realicen, comenta Frías, en tanto que Carlos Solís Parra, quien ofrece billetes en las zona de La Merced y Tepito, asegura: “No podemos enfermarnos, porque si no cumplimos con el porcentaje de venta, nos dan de baja del padrón”.

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En Ciudad de México hay 2 mil 822 puntos de ventas de billetes de lotería, informa Yolanda Frías Flandes, pero son menospreciados cuando arreglan las calles o porque a un líder de vendedores ambulantes “le gustó el lugar de nosotros y son apoyados por las alcaldías”.
Todo ocurre en una ciudad con cerca de 2 millones de vendedores ambulantes, 70 por ciento de los cuales son empleados de líderes, a quienes deben pagar de 50 a 500 pesos, asegura Miguel Cortés Camacho, quien hace el contraste con los ingresos económicos de los no asalariados, cuyo registro oficialmente asciende a 23 mil.

Estos trabajadores —también conocidos con las iniciales TNA— deben ser clasificados como “grupos vulnerables”, pues sus ingresos no llegan ni a dos salarios mínimos, dice Cortés, quien de 2000 a 2014 fue director del Registro y Evaluación de Trabajadores No Asalariado del gobierno local.

En el Congreso de Ciudad de México, mientras tanto, analizan cuatro proyectos de ley de trabajo no asalariado, que sustituiría al reglamento sobre la materia, que data de 1975, según Cortés, y propone que estos oficios sean regulados por la Secretaría del Trabajo y no por alcaldías.

Los trabajadores no asalariados son asesorados por la asociación civil Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, dirigida por Elvira Madrid Romero. Este colectivo publica en su página de internet los oficios ejercidos por quienes están descritos de esa forma.

Cortés Camacho, quien funge como asesor de un frente de Trabajadores No Asalariados que está en formación, dice que el reglamento respectivo, promulgado en 1975, reconoce, hasta 2014, una lista de 26 oficios.

Otros datos en los que se apoya están publicados en el libro La República Informal, editorial Porrúa, coordinado por Édgar Esquivel, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana y la UNAM, entre otras instituciones de nivel superior.

Miguel Cortés Camacho recibe llamadas de diversos grupos de trabajadores no asalariados, como los vendedores de libros de viejo del Callejón de la Condesa, en el Centro Histórico, así como representantes de cuidadores y lavadores de vehículos.

Pasado mañana, informan Elvira Madrid y el propio Cortés Camacho, entregarán al Congreso de Ciudad de México su propuesta de modificación a los proyectos de ley, porque “existe el riesgo de que las alcaldías traten de manipularlos para su beneficio”.

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En una oficina que bordea la Plaza Garibaldi, mientras tanto, Víctor Sánchez López, líder de la Unión Nacional de Mariachis, que agrupa a mil 200 músicos y cantantes, resalta que ellos son trabajadores no asalariados.

Y para que no haya dudas, muestra una de las “licencias” otorgada por la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo del Gobierno de CdMx, que autoriza a uno de sus afiliados ejercer la actividad de mariachi.

“Nosotros no tenemos ni salario ni patrón fijos”, aclara Sánchez, oriundo de Dolores Hidalgo, Guanajuato, de donde salió en 1968.

—¿Pagarían impuestos?
—No tenemos trabajo fijo —reitera Sánchez, quien hace años tocó la trompeta en un mariachi que acompañaba al cantautor Martín Urieta.
—Hay días en que no toco ni una canción, ¿entonces cómo voy a pagar sin trabajar, y con eso de que ya quieren quitar el Seguro Popular? —lo secunda Manuel Ríos García.

En medio de la plaza, algunos mariachis son atendidos por integrantes de la Red de Acción para Causas Sociales, que durante las Jornadas Médicas Preventivas ofrecen servicios gratuitos a trabajadores no asalariados y a personas dedicadas al comercio informal.

—¿Y qué tal? —se le pregunta a un mariachi.
—Queda como anillo al dedo —responde.