Crónicas urbanas: El terror de una madame

El terror de una madama

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Encarcelaron a la mujer que las explotaba desde hace varios años en La Merced, pero quedó libre, no obstante que fue sentenciada por lenocinio agravado.

Ahora sufren acoso y temen por sus vidas

HUMBERTORÍOS NAVARRETE 23/08/15 1:22 AM, Milenio diario.

En 1996 fue denunciada por los delitos de lesiones y amenazas pero no se sabe si compareció, pues ha estado ligada a funcionarios locales, según el colectivo Brigada Callejera, que ha seguido sus pasos en La Merced, donde la mujer, Guillermina López, ahora septuagenaria, extorsiona prostitutas.

Tuvieron que pasar 19 años para que trascendieran algunas denuncias, esta vez interpuestas por otras sexoservidoras, quienes ratificaron y reforzaron sus quejas contra La Guille, cuyas mensajeras recorren banquetas en busca de las denunciantes, quienes sienten el rigor de las amenazas y los avisos funestos.

Las enviadas, mientras tanto, abordan a las víctimas para manifestar la verdadera intención de la madama, que les encargó vapulearlas, a lo que ellas se resisten, dicen, para luego dejar clavado el aguijón de la incertidumbre entre quienes de inmediato olfatean el acoso por diversos flancos.

Fue lo que le sucedió a Lupe, de 50 años, quien lleva la mitad de su vida de prostituta en inmediaciones de La Soledad, donde se pasea Guillermina, quien lanza burlas, que ella prefiere esquivar.

Lupe es una de las que durante muchos años pagó cuotas a Guillermina, pero en mayo pasado dejó de hacerlo y la denunció; días después, sintió el acoso por parte de una de sus compañeras, más joven, quien le dijo:

—¿Y tú, qué pedo?

—Nada —dijo Lupe, atónita.

Y reculó.

—Mira, manita, ¿tú crees que La Guille me dijo que me da una lana para que te diera en la madre? —despepitó.

—¿Y por qué?

—Pues por lo mismo de la otra vez, de la demanda, pero está loca, yo le dije que no lo iba a hacer. Lupe, temerosa, agradeció el gesto, en apariencia sincero, y su compañera de oficio se perdió por el rumbo de Anillo de Circunvalación.

Y sintió más temor.

Entonces hizo una denuncia por el delito de “trata de personas” en la Procuraduría General de Justicia del DF, donde asentó: “Desde este momento hago responsable a la señora Guillermina López de cualquier cosa que me suceda, pues tengo miedo de que me cause algún daño ella misma o por medio de alguna otra persona que envíe para eso, debido a que está muy enojada desde el momento en que supo de esta denuncia (…), pues yo solo quiero ir a trabajar sin problemas”.

***

Ahora, asesoradas por el colectivo Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, Lupe y sus compañeras acosadas intentan alejar a La Guille, de 78 años, quien el pasado 29 de junio, por fin, fue sentenciada a cuatro años de prisión y una multa de 67 mil 290 pesos por el delito de lenocinio agravado.

Sin embargo, la autoridad judicial decidió “sustituir la pena de prisión por tratamiento en libertad”. Por eso el pánico de las víctimas, quienes, según “la cédula de notificación” del Tribunal de Justicia del DF, “cuenta con cinco días hábiles para interponer el recurso de apelación…”

Pasaron los días.

Y ellas sin abogados.

En cambio recurrieron a Brigada Callejera y a la PGJDF, de donde las enviaron al Centro de Investigación Victimológica y de Apoyo Operativo, de esa misma dependencia, al que el Ministerio Público solicita “tenga a bien girar sus apreciables instrucciones a quien corresponda, a efecto de que personal especializado en el área de psicología se sirva entrevistar y valorar al querellante, canalizándose para su respectiva valoración psicológica, a efecto de determinar si había sufrido daño o alteración en su esfera emocional, con motivo de las amenazas de que ha sido objeto de la probable responsable, Guillermina López Aguilar…”

Y el terror sigue

—La señora —narra Lupe, refiriéndose a La Guille— nos amenazaba si no le pagábamos una cierta cantidad, o nos mandaba golpear, tanto con sus hijos, nueras o algunas drogadictas de la zona; la denunciamos y nos dejó de cobrar, pero nos amenaza.

—¿Y la encarcelaron?

—Pues sí la agarraron, pero la señora fingió estar enferma. Estuvo más o menos como seis meses en Santa Martha, pero como no tuvimos abogados competentes que nos apoyaran, le dieron cuatro años y no sé cuántos miles de pesos que tenía que pagar, y pues creo que cumplió con eso, no sé, y supuestamente se alegó porque la señora está grande y por eso la dejaron salir.

—Usted y otras personas la han denunciado.

—Somos varias compañeras, pero muchas no han seguido el caso porque las han amenazado y mandado a golpear, hasta en sus propias casas, y si no sabían que ellas se dedicaban al sexoservicio, ahora ya lo saben.

—¿Teme por su vida?

—Pues sí, nos amenazó; tengo una denuncia por amenazas de muerte y tengo temor por mi familia y mí misma, porque ella me tomó una foto y anduvo tirándola por donde ella vive y se las dio a los drogadictos.

—¿Y la autoridad qué dice?

—Hasta ahorita no sabemos qué prosigue; a mí me ha afectado muchísimo, me da miedo que me sigan, y sí ha pasado, tanto las nueras como dos-tres cabrones que me quieren subir a carros…

Rosa, de 61 años, con 10 de ejercer el sexoservicio en la zona, es otra de las afectadas por La Guille.

—¿Cómo inició todo?

—Me hice amiga de una de ellas y me dijo: “Si quieres estar aquí trabajando, tienes que entrarle con doña Guille”. Y ya le empecé a dar dinero, cuando me iba bien; pero cuando no, pues “no tengo y no tengo”, le decía, y ella agarraba y me echaba una de las más canijas y yo le decía a ella, a mi amiga, “oye, fíjate que me están echando”; y me respondía: “Mira, dale, ve con doña Guille y dale el dinero para que las calme”.

—¿Y sus hijos?

—A ellos los metieron a la cárcel por muchas cosas que han hecho mal, todos por homicidios.

—¿Y a ella?

—Pues sí la agarraron, le digo, pero después salió, que porque se ponía muy mala; a mí no me hablaron para presentarme, si me hubieran hablado, pues a lo mejor luego-luego la mandan otra vez a la cárcel de mujeres.

— ¿Por eso salió libre?

—Pues dicen que se hace la achacosa, que por la edad, no sé, pero le tengo miedo, pavor, porque nos dijeron que nos iba mandar matar con uno que le decían El Pozole, en una moto, como se dice, a rafaguearnos, que para que se nos quitara lo chiva (delatora) y que nos iban a destazar y aventar ahí, en el patio, en el, cómo se llama, en el jardín, ahí en la Alhóndiga.

—¿Y qué le pide a las autoridades?

—Pues que se haga justicia, más que nada. Qué quieren, ver a una de nosotras ahí muerta, pues no, ¿verdad? Tengo asentado ahí que el día que me peguen o me piquen, o qué se yo, me maten, va contra Guillermina.