Desaparecidos, ADN y esperanza

Foto de Ricardo Guerrero de Noti-Calle

Desaparecidos, ADN y esperanza
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Crónicas Urbanas, Milenio, Humberto Ríos Navarrete

La caravana de madres de migrantes desaparecidos cumplió 10 años y ahora se someten a muestras genéticas en el Distrito Federal para formar un banco de datos.

Buscadores de familiares extraviados vuelven a salir de sus casas. Un año más convergen en los mismos senderos. Algo han de encontrar. Es la finalidad. Son mujeres y vienen de Centroamérica. Salieron de lugares remotos. Se les unen algunos mexicanos, ya sea por solidaridad o porque también rastrean parientes, desaparecidos en las mismas rutas o desplazados por el crimen.

Están cansados, pero no rendidos, sobre todo Marta Sánchez Soler, quien casi arrastra los pies sobre las banquetas de la Ciudad de México, donde pernoctan integrantes de la caravana de madres de migrantes desaparecidos, que hacen escala para aportar información en la Procuraduría General de la República (PGR), donde los auxiliarán en su tarea que ya cumplió diez años.

Marta, una mujer de avanzada edad, no perdió ningún familiar; ella solo encabeza el Movimiento Migrante Mesoamericano porque es solidaria, y ahora está aquí, sentada en las gradas de la Casa del migrante, en la colonia Tabacalera, las manos sobre sus sienes, fatigada y reflexiva, sin abandonar a estas mujeres, cuyo propósito crece.

Hicieron una pequeña escala mientras esperan que llegue el momento de partir a sus lugares de origen, pero antes asistirán a una obra de teatro sobre la historia de la caravana, que nació con la solidaridad de muchos.

Y mientras eso sucede, en uno de los cuartos de Casa de los Amigos, en la colonia Tabacalera, parientes de desparecidos y amigos hacen pruebas de ADN a familiares que han emprendido la búsqueda.

La necesidad, ante la abulia de gobiernos locales y federal, dicen, los empujó a poner en práctica el proyecto humanitario denominado Ciencia Forense Ciudadana (CFC), "mediante la utilización de diversas tecnologías como bancos de datos e identificación de personas desaparecidas con muestras de ADN".

Un puñado de fotógrafos, mexicanos y extranjeros, que los acompaña, registra sus actividades paso a paso, como lo hace ahora, en este pequeño cuarto, y como lo hicieron cuando se internaron en el barrio de La Merced, con Brigada Callejera, cuyos miembros ayudan a indagar entre trabajadoras sexuales.

Y Marta aguarda.

Ella está pendiente de lo que necesite esta gente, aunque a veces tenga que lidiar con lo más mínimo, como apurarlas, pues se hace tarde para ver una obra sobre esta organización cuya travesía anual ya cumple una década.

***

Están en Casa de los Amigos, en Ignacio Mariscal 132, fundada en 1956 por Los Cuáqueros, "un grupo religioso conocido por su trabajo de eliminar las causas de la guerra".

Para llegar aquí pasaron por Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Veracruz, Puebla, Tlaxcala y Estados de México, entre otros, donde visitaron albergues, cárceles, panteones, etcétera, y recorrieron vías de tren.

En resumen, la ruta migratoria. Es mediado de diciembre.

Un grupo de mujeres voluntarias —cuyas batas llevan el letrero #ADN Ciudadanos, el camino de uno es el camino de todos— obtienen información genética de la saliva con abatelenguas.

El contenido es depositado en un sobre amarillo, no sin antes hacerles una serie de preguntas.

Otras inscripciones pueden leerse en las playeras de familiares de desaparecidos: #Puentes de esperanza y Caravana de madres centroamericanas. Un letrero anuncia: Ciencia Forense Ciudadana.

Las integrantes de CFC hacen las mismas preguntas a parientes, todas mujeres, de los desaparecidos, la mayoría de Honduras, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, que salieron de sus países en busca de trabajo y nunca más supieron de ellos.

—¿Ya sabe lo que vamos a hacer?

—Sí, el ADN.

—¿Cuándo desapareció?

—Junio de 2014.

—¿Su nombre?

—René Hernández Flores.

—¿Nacionalidad?

—Hondureño.

—¿Dónde desapareció?

—En Nuevo Laredo.

—¿Cuándo nació?

—Noviembre de 1974. Y así, muchas preguntas, las mismas que escuchan estas mujeres, con fotos de sus parientes desaparecidos, quienes ya no volvieron a comunicarse.

Están, entre otras, quien recibió llamadas telefónicas de extorsionadores y ya nunca vio a su hijo; la que escuchó que habían matado al suyo, que en ese momento se dirigía a Los Ángeles, California; la madre que recibió la última llamada de su joven hija, a quien la vieron por última vez en el desierto de Altar.

Y muchas historias de familiares de desaparecidos, incluida la de Graciela Pérez Rodríguez, de San Luis Potosí, quien se unió al proyecto de Ciencia Forense Ciudadana "ante la falta de respuestas del gobierno federal y de los números cambiantes e irreales que han publicado".

Relata que en Ciudad Mante, Tamaulipas, hace poco más de 3 años, desaparecieron cinco miembros de su familia: "Mi hija Milynali Piña Pérez, mi hermano Ignacio, su hijo Aldo de Jesús Pérez Salazar, junto con mis otros dos sobrinos, José Arturo y Alexis Domínguez Pérez, de 13, 52, 20, 20 y 16 años".

Y en el camino, durante su "incansable búsqueda", como ella dice, encontraron a Marta Sánchez, que encabeza a otras personas con quienes "nos une el dolor y la esperanza de encontrar a nuestros amados desaparecidos".

En una página de Internet publicó la figura de una niña, quien vuela una cometa, junto a un letrero:

MALYNALI PIÑA PÉREZ DESAPARECIÓ EL 14 DE AGOSTO DE 2012 EN CD. MANTE, TAMAULIPAS. TENÍA 13 AÑOS DE EDAD. "TE BUSCARÉ HASTA EL ÚLTIMO DE MIS DÍAS MI NIÑA AMADA". ***

Y aquí está Marta Sánchez, tolerante y maternal, pero también estricta, pues debe cumplir con una agenda al pie de la letra. Acaba de llegar de la PGR, donde por fin fueron atendidas sin regateos. Ella intenta descansar.

Sabe que en ese cuarto adjunto, en un ensayo inédito, familiares de desaparecidos realizan un trabajo disciplinado, que formará parte del Registro Nacional Ciudadano de Personas Desaparecidas.

Es hora de partir y Marta las presiona.

Las 36 mujeres y dos hombres salen de Casa de los amigos y suben a un camión de cuyo costado derecho cuelga una manta: "Una madre nunca se cansa de buscar".

Van rumbo a otro lugar, donde habrá obra de teatro relacionada con el tema, igual que un documental sobre la caravana, que después colocarán en la página de la organización, donde hablan familiares de desaparecidos.

"El sueño que él tenía", relata la mujer, "era darnos lo mejor. Él me decía que quería tener una casa bonita. Darles una buena educación a los niños. Y por darnos lo mejor... nos quitaron lo mejor".

Otra mujer: "Yo una vez le dije a un representante de México que llegó a La Roca en 2005: ¿qué haría usted si se le pierde un hijo? Y me dijo: 'todo'. Y es lo que estamos haciendo nosotros: todo, por encontrar a nuestra gente".