La ignorancia del congreso local logró lo imposible

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La ignorancia del congreso local logró lo imposible
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por Teresa Ulloa Ziáurriz -mayo 28, 2019

El robo y el asesinato son males que siempre han existido, pero a ninguna sociedad se le ha ocurrido decir: “puesto que no podemos acabar ni con el robo ni con el asesinato vamos a inventar una forma de vivir con ellos sometiéndoles a una regla, a una cierta vigilancia, que se base, por ejemplo, sobre tres pilares: en qué lugares, a qué horas y en qué condiciones estará permitido robar y matar” ( J. Butler, 1875).

Hace algunos días, el Congreso de la Ciudad de México aprobó la Ley de Justicia Cívica por unanimidad, lo que ocasionó reacciones de distintos grupos, tanto que en los medios se leyó:

“…El presidente de la Comisión de Administración y Procuración de Justicia, responsable de la elaboración del dictamen, Eduardo Santillán Pérez, ofreció en tribuna una disculpa por el error cometido en la redacción de la norma y explicó que la revisión de la Ley de Cultura Cívica tuvo como propósito establecer un marco jurídico adecuado para las foto-cívicas”.

Una vez recibida la observación a la ley por parte de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, para que se haga la supresión de la fracción correspondiente de la Ley de Cultura Cívica, “este Congreso habrá de enmendar la plana y no tenemos empacho en reconocer que hubo un error”, dijo.” … Pero además dijo que harían una ley para regular el supuesto “trabajo sexual” en la Ciudad.

Es más, Brigada Callejera está preparando un amparo contra la Ley de Cultura Cívica, seguramente, buscando que una Jueza de Distrito reconozca el “trabajo sexual” como trabajo. O sea, van a corregir un error, haciendo otro aún peor.

Y hablamos de ignorancia porque los tratados internacionales ratificados por nuestro país establecen más bien la obligación del Estado Mexicano de erradicar todas las formas de trata y explotación de la prostitución.

Ciertamente no podemos negar que las personas en situación de prostitución han cargado desde siempre con el estigma, la persecución y la violencia.

No obstante, el hecho de hablar de “trabajo sexual” es enmascarar la trata de mujeres y niñas, la explotación de la prostitución, así como otras formas de explotación sexual.

Para quien no quiera verlo, estamos hablando de un negocio ilícito de magnitud nacional e internacional que -se ha repetido incontables veces- reporta el segundo lugar del mundo en ganancias después del tráfico de drogas y antes del tráfico de armas.

En años recientes, la trata y la explotación sexual se ha convertido en un discurso frecuente de los políticos de un partido o de otro, de celebridades quienes manifiestan su horror y disgusto por la escala y el alcance de la explotación sexual de mujeres, hombres y niños en todo el país.

Aun así, la realidad que enfrentan las mujeres y niñas con las que trabajamos es crítica. Siguen siendo discriminadas, estigmatizadas, sin oportunidades de salida. En nuestra experiencia, las mujeres en situación de prostitución son frecuentemente, en algún punto de sus vidas, víctimas de trata.

Nuestro sistema continúa colocándolas en la marginación y tratándolas como si fueran invisibles, tratando de aniquilar a quienes con incipientes recursos tratamos de abrirles una salida. Pareciera que el sistema insiste en mantenerlas en la exclusión social y en la precarización de sus vidas y su dignidad.

Es muy curioso porque es más fácil castigarlas a ellas que a los hombres que las compran y las venden. Todavía no me explico porque en lugar de dotar los derechos sociales, económicos, culturales y ambientales de mecanismos de exigibilidad y justiciabilidad, ¿no dicen que somos una Ciudad de derechos?

Ahora bien, existe un sector de personas relacionadas con la academia, entre ellas la que citó la Jefa de Gobierno, en su oficio al Congreso de esta Ciudad, que en diversas ocasiones nos ha señalado a las abolicionistas como aliadas de la extrema derecha en Estados Unidos (George Bush), por trabajar a favor de la abolición de la explotación de la prostitución ajena y otras formas de explotación.

Quienes se pronuncian así, demuestran absoluta ignorancia acerca de lo que es el abolicionismo, que, por supuesto no tiene nada que ver con la derecha, sino todo lo contrario.

Sin embargo, la acción del Congreso hizo que coincidiéramos las abolicionistas y las reglamentarias, en la demanda de no criminalizar ni sancionar a las personas en prostitución.

A lo largo de la historia, ha habido tres enfoques socio jurídicos para abordar la prostitución:
a) el prohibicionista, que castiga a las personas en situación de prostitución,
b) el abolicionista, que exige se castigue a los tratantes y proxenetas y
c) el reglamentarista que regula o legaliza la prostitución contribuyendo a que los tratantes y proxenetas se conviertan en prósperos hombres de negocio, en lugar de responder ante la Ley por sus delitos.

La lucha abolicionista nace en 1886 en Inglaterra con el trabajo de la feminista Josephine Buttler, justo después de que se logró abolir la esclavitud. Entre muchas otras cosas, ella planteó que el sistema de prostitución es una forma contemporánea de esclavitud hacia las mujeres.

Gracias a “La Gran Cruzada” que inició Buttler, más de mil personalidades de aquella época suscribieron un manifiesto contra la reglamentación de la prostitución de Napoleón III, y este movimiento trascendió fronteras hacia Estados Unidos y el resto de Europa, contando con el apoyo de numerosos grupos laicos y religiosos de la corriente humanista.

El postulado de “Josephine Butler” hizo énfasis en la responsabilidad de los varones como proveedores y compradores de la prostitución y señaló duramente las diferencias en la impartición de justicia para hombres y mujeres, pero además sostuvo que no se debe castigar a las mujeres en situación de prostitución, ni sacarlas por la fuerza de esa situación, sino crear opciones dignas de salida (educación, empleo, salud, vivienda para ellas y sus hijas e hijos) y trabajar en la prevención, ya que la inmensa mayoría de las mujeres en situación de prostitución que “optan” por esta vía, lo hacen por sus condiciones de vulnerabilidad (pobreza, marginación, desigualdad, falta de oportunidades, etc.), es decir, porque en realidad no existen opciones.

Como todos sabemos, México se encuentra cada vez mejor posicionado como lugar de origen, tránsito y destino de víctimas de trata y explotación sexual.

Por esta razón, y por el alarmante incremento de mujeres y niñas desaparecidas, no es posible decir que ayudamos a las mujeres en situación de prostitución cuando estamos a favor de reglamentar el “trabajo sexual”. Ninguna convención internacional reconoce la explotación de la prostitución como un empleo, simplemente porque atenta contra los más elementales Derechos Humanos de las mujeres y las niñas.

Reglamentar la prostitución sería un regalo para delincuentes como “El Sony”, Gutiérrez de la Torre y muchos otros.

Cuando existe voluntad y se trabaja a favor de las víctimas, no importa desmantelar las redes criminales, ni visibilizar la responsabilidad de los consumidores, porque la prostitución no es otra cosa que el punto en el que convergen la explotación económica y la explotación sexual.

Cuando de verdad se ha decretado el fin del neoliberalismos, no se puede estar fomentando a una de las industrias más salvajes que ganan miles de millones de pesos a costa de la vida, la integridad y la dignidad de las mujeres.

Por eso, cuando hablan de reglamentar la prostitución, cuando dicen “trabajo sexual” y no “trata de personas” y “explotación sexual”, se convierten en parte del problema, en cómplices del proxeneta que engaña, del delincuente que recluta, del político que engancha, del hombre común que viola a cambio de dinero, de la sociedad permisiva que prefiere entenderlo como “la profesión más antigua” y sobre todo, de los gobiernos que evaden la responsabilidad ineludible de brindar igualdad de oportunidades para todas las mujeres y niñas, sin excepción.

Por favor, que disimulen su machismo patriarcal… y no nos salgan con el trillado argumento de la libre elección, cuando se explota a quien carece de oportunidades y no llegaron a la prostitución por elección sino por necesidad. Señora Claudia Sheinbaum, también existimos otras corrientes feministas, que exigimos se nos escuche. Nuestro voto vale y cuenta lo mismo que los de la corriente de Marta Lamas.