Prevención del contagio del Covid-19 o represión de la autogestión colectiva de la vida
Primera parte.
Editorial de la Agencia de Noticias Independiente Noti-Calle, Ciudad de México, 15 de abril de 2020. Por Jaime Montejo, promotor de salud en VIH/Sida desde hace más de 30 años y defensor de derechos humanos entre otros oficios perniciosos.
A título personal.
“No es suficiente la voluntad política, hace falta que quienes traen una encomienda en favor de “grupos vulnerables” en sus manos, dejen de ver el servicio público como una carga moral difícil de llevar a cabo. Mientras ello suceda, las diferentes fases de la contingencia sanitaria invocada por el Covid-19, seguirán su rumbo y la gente más empobrecida y violentada por la falta de oportunidades, pondrá la mayoría de defunciones. Otra cosa, es la agenda oculta de un sector de la clase política a propósito de este coronavirus.”
Quienes formamos parte o colaboramos con la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez” A.C., quisiéramos estar en cuarentena por el Covid-19. De hecho, la mayoría de nuestra gente está resguardada en casa y quienes obtenían algún tipo de remuneración, siguen recibiéndola, aunque nuestros dos centros comunitarios y condonerías educativas, haya cerrado sus puertas hasta nuevo aviso y la atención a distancia haya florecido en este momento.
Nuestra organización como otras iniciativas comunitarias ha dado respuesta a la pandemia del VIH/Sida, de la influenza AH1N1 y ahora del Covid-19. Así mismo ha actuado ante la pandemia del desprecio y la discriminación.
Por ello y otras razones, estamos convencidas/os de la necesidad imperante de evitar los contagios de Covid-19; pero la realidad en la calle es diferente a la de muchas personas que pudieron resguardarse en sus hogares.
La respuesta del Estado mexicano ante el Covid-19, además de errática, demagoga y mágica por las estampitas protectoras, hoy se ha traducido en un aumento desproporcionado de la violencia institucional, a modo de represión y extorsión policíaca hacia trabajadoras sexuales, clientes, poblaciones callejeras y defensoras/es de derechos humanos, prohibición de facto del trabajo sexual que ha orillado a un clandestinaje sin precedentes desde los años setentas del siglo veinte; así como a expresiones descaradas de discriminación al forzarse en la Fase 2, sin previo aviso, el cierre de zonas de tolerancia, cuarterías, bares, cantinas, cabarets y hoteles de paso, donde vivían trabajadoras sexuales y además donde se presumía la oferta y demanda de sexo comercial, para disminuir el riesgo de contagio por Covid-19. Sin embargo hoteles de 5 estrellas no fueron obligados a cerrar sus puertas y hoy se plantean hospedajes dignos para personal de salud y no para quienes venden servicios sexuales.
Donde Brigada Callejera tiene presencia comunitaria, advertimos que ello iba a ocurrir, pero no fue suficiente y los mensajes de autocuidado fueron tomados como intromisión foránea en el desarrollo de la libre empresa por no pocas personas.
En la Ciudad de México (CDMX), la Brigada Callejera promovió un punto de acuerdo legislativo para que el congreso local hiciera un llamado a la fiscalía de trata para dejar de utilizar los condones como prueba que da indicios sobre ese y otras conductas delictivas abolicionistas como la figura penal del lenocinio.
En este preciso momento, durante la contingencia sanitaria, se está planteando el uso del condón como prueba indiciaria de la intensión de contagio del Covid-19 en diferentes espacios de toma de decisiones en México.
Quisiéramos estar en cuarentena, sobre todo quienes tenemos padecimientos crónicos como diabetes, hipertensión arterial, problemas cardiovasculares, VIH o cáncer, entre otros más, pero no podemos dejar de garantizar un piso mínimo de soporte vital, a quienes le debemos la existencia de nuestra organización.
Una interpretación clasista pequeñoburguesa, equívoca y sin ningún criterio humanista, de la “sana distancia”, encapsula el apoyo mutuo, como lo hacen los granaderos cuando hay marchas de normalistas, del congreso nacional indígena o de pobladores contra algún megaproyecto.
A la solidaridad y sororidad, les hace merecedores de brutalidad policíaca y desprecio, así como de corte de cartucho policial, en aras de desaparecer cualquier vestigio de apoyo mutuo y de gestión colectiva de la sobrevivencia de un sector olvidado que ni siquiera es nombrado en documentos oficiales de la 4ª T en tiempos del Covid-19.
La lección gubernamental es bien obvia: Si el gobierno no provee de ayudas económicas, hospedaje y alimentación, la raza no tiene por qué generarlo, porque está invadiendo facultades de las instituciones públicas.
Resolver problemas sociales al margen del Estado es subversivo, ya que después “van a querer desplazar a quienes les gobiernan y subordinan o lo que es peor, van a querer desconocer sus actos, los van a señalar como ilegítimos y autoritarios o van a querer destruir al Estado.”
Las y los trabajadores no asalariados (TNA), las y los vendedores ambulantes, taxistas y muchas personas que laboran por cuenta propia, indígenas en las grandes ciudades, poblaciones callejeras, grupos LGBTTTI, periodistas comunitarias, promotoras de salud en VIH/Sida y defensoras/es de derechos humanos, entre otras y otros más, somos ciudadanas/os desechables y sus necesidades concretas son valoradas desde cómodas posiciones de clase de funcionarios públicos, hombres y mujeres, cargadas de visiones estereotipadas, misóginas y estigmatizantes sobre porqué dichos sectores se merecen vivir bajo amenaza y total abandono gubernamental.
El “quédate en casa”, se convierte en un mandato policiaco, casi militar, propio de las dictaduras o gestiones públicas de los ejércitos latinoamericanos, que no podemos cumplir quienes vivimos al día y sobre quienes se dirige toda la fuerza del Estado para aplastarnos por no tomar en serio la contingencia sanitaria del Covid-19, según gobernantes de turno, adornados dicho sea de paso, de maestrías y doctorados y de una ignorancia total de cómo transcurre la vida en el México de abajo.
10 de abril de 2020:
Más de ocho patrullas y tres panel de la policía capitalina y de la alcaldía Cuauhtémoc, amenazan a trabajadoras sexuales cis y trans, a integrantes de poblaciones callejeras y activistas de la Brigada Callejera, con detenerles y remitirles al juzgado cívico o juez de control, por improvisar un comedor comunitario gratuito y posteriormente un campamento a falta de albergue para quienes se quedaron en la calle por el cierre de hoteles y posadas en la CDMX.
El campamento se disolvió tres días después por decisión de asamblea de trabajadoras sexuales.
14 de abril de 2020:
Un piquete de policías de la secretaría de seguridad ciudadana de la CDMX y otros sin identificar (porque no traían gorra, ni cachuchas beisboleras), expulsa a trabajadoras sexuales, una de ellas mujer trans atropellada, a personas de poblaciones callejeras que se disponían a comer y a defensoras/es de derechos humanos, bajo la amenaza de ser remitidas ante un juez de control. El delito: expresar solidaridad y sororidad en tiempos del Covid-19.
Policía preponte nos dice: ¿Porqué no te los llevas a tu casa? ¿Mujer trans? Por favor, sólo es un m... drogado."
En este contexto de lucha de clases, garantizar alimentos, atención a la salud, hospedajes, ingresos alternos, condones y antirretrovirales, es un acto de resistencia ante la represión policíaca, el despojo de nuestros hospedajes, la explotación económica a través de la extorsión de elementos policiales y el desprecio. Cuatros ejes, que se acrecentan a la sombra de la contingencia sanitaria del Covid-19. Un acto de resistencia ante un Estado omiso que no privilegia los intereses de quienes más lo necesitan por la respuesta fragmentada y contradictoria de sus instituciones públicas.
El Covid-19 irrumpe como el pretexto perfecto para impulsar o legitimar una nueva etapa o fase histórica de acumulación originaria, donde millones de trabajadores, hombres y mujeres, somos prescindibles y cálculos estadísticos de trágicas muertes por dicho coronavirus.
Nos queda un dilema por expresar en este momento: Guardar una sana distancia, necesaria y obligada o coordinarnos para comer, atender nuestra salud, necesidades de hospedaje y sobrevivencia en general.
Sana distancia y sobrevivencia en la calle, son excluyentes en este momento.
Así las cosas, el “quédate en casa” para ver a tus seres querido pasar hambre con la perfecta coartada del Covid-19 y “guarda una sana distancia”, equivalen a vernos morir, sin contagiar a los demás.
En este momento histórico, evitar el contagio del Covid-19 deja de ser prioritario para quienes el Estado no ha garantizado techo, alimentos, acceso a la salud y recursos para sobrellevar una utópica y anhelada cuarentena que nos salve de morir por síndrome agudo respiratorio, pero no por desnutrición crónica o inclemencias del clima por no tener donde pernoctar.
Si el Estado no satisface esas necesidades básicas entre las nadie, la organización comunitaria horizontal sin cacicazgos ni clientela, debe defender el libre desarrollo de su vida, a costa de su propia integridad, ya que nada tenemos que perder.
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Noti-Calle es un servicio de Noticias de la Brigada Callejera desde el año 1996.
Brigada Callejera, es una organización de base comunitaria con 30 años de experiencia en la defensa de trabajadoras sexuales, en la prevención y detección del VIH e ITS y en la movilización comunitaria ante la trata de personas, abusos de autoridad y violencia hacia las mujeres.
Brigada Callejera, forma parte de la Alianza Global contra la trata de Mujeres, GAATW, por sus siglas en inglés, así como de la Red Mexicana de Organizaciones contra la Criminalización del VIH y Red Mexicana de Trabajo Sexual.
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