Primeras líneas de un testamento político 2017
Por Jaime Alberto Montejo Bohórquez
He dedicado la mayor parte de mi vida en Colombia y México, a disfrutar pequeños placeres de la vida.
Caminar por las calles de la ciudad donde me encuentre de la mano de Elvira, mi esposa y compañera de vida.
Ver una película de temporada en el cine de la avenida Reforma con mi hija Ana Milena y mi nieto Brandon Eduardo, lugar al que hemos ido en las últimas ocasiones.
Probar un platillo colombiano preparado por mi mamá y en su tiempo por mi abuelita Chavita, que ya se nos adelantó en el camino hacia la nada.
Me encanta conversar con mi hermana Martha Edith por whatsapp –largo y barato- y recordar los viejos tiempos cuando íbamos al colegio en la ciudad de Cali. También con mi amiga Luz Ángela, sobreviviente de los años inmensos en las filas del M-19.
Me gusta platicar por escrito por mensajería de texto con mi prima Mónica, hija de Álvaro Orozco.
Me cautiva hospedarme en hotelitos de paso en cada viaje que realizo en compañía de Elvira.
Me fascina participar en jornadas de aplicación de pruebas rápidas de detección de VIH.
Me cautiva escribir sobre el quehacer de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, “Elisa Martínez”, A.C., escribir capítulos de libros que sirvan a la lucha de las trabajadoras sexuales, especialmente de aquéllas que no tienen amo ni partido político a quién servir.
Elvira, Rosa Icela y yo, hemos dedicado los últimos 28 años a una iniciativa que se convirtió en un proyecto de vida: La Brigada Callejera.
Hablaré por mí en este momento, después del terremoto de 8.4 grados en la escala de Richter, después del atentado que Elvira, una compañera feminista y yo, vivimos el 10 de junio al salir de la zona galáctica, de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Qué vamos a hacer si les pasa algo a ustedes o a mí, nos comentó Rosa Icela en estos días a Elvira y a mí.
Seguir los indicadores del plan nacional de lucha 2006 a 2031 de la Red Mexicana de Trabajo Sexual, improvisar, hacer uso de esa imaginación tenaz que nos ha caracterizado, burlarnos de la muerte, no vendernos, no claudicar y no rendirnos jamás.
Promover la horizontalidad y no los cacicazgos, la toma de decisiones por consenso y no siempre por mayoría calificada y una cultura del disfrute colectivo de los bienes y servicios de la Brigada Callejera.
Seguir haciendo alianzas para defender las fuentes laborales de las trabajadoras sexuales de la avalancha retrógrada que se cierne sobre este sector de la clase trabajadora.
Unir fuerzas en torno a la autodefensa de grupos de trabajadoras sexuales y OSC que persisten a pesar del miedo y la represión.
Si a Elvira y a mí nos tocara rendir tributo a la tierra, el centro de atención de Corregidora deberá seguir estando al servicio de la dignificación de las trabajadoras sexuales.
Mi lugar en la organización, lo puede ocupar tranquilamente el compañero Ricardo Enrique Guerrero Vázquez. El de Elvira, salvo que ella diga otra cosa, lo debería ocupar Arlen Palestina.
Encomiendo a las compañeras y compañeros de Tapachula, Chiapas, a quienes nos sobrevivan con la encomienda de que pudieran, de ser posible enviar a alguien fogueado/a en la lucha para que acompañen esa trinchera de lucha a favor de migrantes y trabajadoras sexuales con la misma radicalidad y sencillez que nos ha caracterizado a Elvira y a mí.
En la despedida que se le hizo al camarada Alejandro Juárez Tovar, con lxs compas de la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente, recordé mi primera escuela política, claramente marxista leninista y los círculos de estudio de Gustavo Gutiérrez y otros teólogos de la liberación.
A pesar de la opción preferencial por los pobres de muchos cristianos por el socialismo, en esa ni en otras teologías de la cristiandad tienen cabida las trabajadoras sexuales, ya que en el mejor de los casos son “pobres víctimas” a las que hay que perdonar sus pecados como se dice lo hizo el mítico Jesús de Nazareth o condenar como a la gran puta del apocalipsis que bebe la sangre de los torturados.
Sigo siendo comunista a mis 54 años de edad, gracias a la vida que me ha dado tanto para compartir, no como un acto de caridad cristiana o filantropía humanista, sino como un acto de redistribución de bienes que busca lapidar al capital, sin guerras prolongadas ni pactos electorales con la clase política.
Estoy convencido que la abolición de gran parte de la prostitución, sólo será posible cuando sean destruidos el matrimonio monogámico heterosexual, la propiedad privada y el Estado; sin forzar a nadie a dejar el trabajo sexual, sin encarcelar a ningún cliente sexual y sin encarcelar a ningún intermediario. Después de eso, se mantendrán nuevas y viejas formas de comercio sexual, organizado de manera libre, autónoma y voluntaria.
Simpatizo con el EZLN, pero no necesariamente con todas sus iniciativas y espero que futuras iniciativas emanadas de dicha organización, sacudan las conciencias en México y el mundo y aporten elementos para un futuro mejor.
Finalmente me declaro sobreviviente de la violencia política colombiana, sobreviviente de una detención y desaparición forzosa, sobreviviente de cáncer de riñón y de un coma diabético, pero después de todo, la muerte es la única certeza que me acompaña desde que nací.
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