Reflexiones sobre la Sentencia 112/2014 del Poder Judicial de la Federación
Por David Avendaño Mendoza, trabajadora sexual transgénero, integrante del taller de periodismo “Aquiles Baeza” de la Red Mexicana de Trabajo Sexual.
Tenía 20 años cuando llegué a trabajar a la calle. Me llamó la atención el ambiente, el destello de los vestidos de todas las compañeras que trabajaban ahí y la cantidad de carros que pasaban a preguntar y cuando las contrataban para tener sexo.
Era algo nuevo para mí. Estar parada en una esquina me hacía sentir liberada de tantos prejuicios, y por qué no, ganar dinero de esta forma. Conocí personas importantes y también gente que apenas y traía lo justo para pagarme a mí y el hotel. En los primeros meses fue como un mundo ideal, tenía halagos, sexo y dinero, pero me duro poco.
Conocí la otra cara de la moneda, los operativos y la extorsión en contra de nosotras. Las compañeras ya me habían contado que tenía que dar mi cuota a los de las camionetas de gobernación y a los patrulleros por estar prostituyéndome. Debo confesar que en ese tiempo me sentía merecedora del trato que me daban junto con las demás.
Creía qué no teníamos derechos y que era una forma en que el gobierno se hacía de la vista gorda para dejarnos trabajar en un oficio ilegal. Varias veces me detuvieron y por no me gusto. Cuando hacían operativo los de gobernación, nos llevaban a la delegación Cuauhtémoc y nos llevaban a las galeras del sótano, muchas veces el médico legista sólo nos miraba sin oscultarnos e inmediatamente nos encerraban. Sí nos detenían a las 11 de la noche y nos presentaban con el juez cívico a las 12, el arresto de 36 horas contaba a partir de llegar al torito.
Ahí el trato era indigno, nos hacían desmaquillar con jabón de polvo Roma, y nos daban el uniforme color beis con unas sandalias de plástico que ya no servían y cada una de diferente color y número. Los dormitorios tenían cuatro divisiones para dormir, cada uno con colchonetas desgastadas y mal olientes y teníamos que dormir hasta 10 en cada dormitorio. Nos daban de comer tres veces al día. La comida eran frijoles rancios, dos tortillas y un vaso de agua. Nos obligaban a correr alrededor del patio a pesar de que varias de nosotras nos caíamos por las chanclas y los pantalones roídos.
Nunca llegaron a caer las que daban dinero a los camioneteros. Una o dos calles antes de llegar a la delegación las soltaban, aunque a veces de nada servía porque apenas caminaban para tomar un taxi las volvían a detener algún patrullero o al llegar de nuevo a trabajar a la esquina. Siempre los policías extorsionaban a los clientes y terminaban rematando con nosotras. Decían que estábamos cometiendo un delito, que nos iban a detener y llevarnos al reclusorio. Eso a mí me daba temor y por eso les daba su mochada que pedían. Era de 200 a 500 pesos lo que teníamos que dar cuando nos agarraban.
Unos meses después de llegar a trabajar, el gobierno local nos impusó un control sanitario a través de CONASIDA (consejo para la prevención y control del virus de inmuno-deficiencia adquirida), hoy CENSIDA (centro nacional para la prevención y control del virus de inmuno-deficiencia adquirida) Las autoridades argumentaron que éramos el principal foco de infección y que su deber era vigilar y cuidar a la población de la pandemia del VIH-SIDA. Fue algo muy bien planeado porque esto sirvió para que fuéramos más vulnerables a la extorsión, discriminación y la criminalización.
Era obligatorio hacernos la prueba del VIH-SIDA y de ITS (infecciones de transmisión sexual) cada tres meses. Sí salíamos negativas nos resellaban la credencial que expedía CONASIDA, pero si por alguna razón era positivo el resultado nos boletinaban a los hoteles con nuestra foto y nombre para que nadie nos contratara.
Aunque teníamos resellada las credenciales y nos la revisaban diariamente los camioneteros, muchas veces nos detuvieron por no portar la credencial. ¿A cuántas se nos llegó a olvidar la credencial en casa? Eso era motivo de arresto y/o extorsión.
Bajarnos la banqueta era motivo suficiente para detenernos. Ya no trabajábamos a gusto por el temor a ser detenidas, ellos inventaban cualquier excusa con tal de sacarnos dinero. Muchas de nosotras empezamos a tener noción de nuestros derechos y llegamos a protestar, pero no servía de nada, muy al contrario, nos comenzaron a detectar, y tiro por viaje al torito por mitoteras.
Constantemente los patrulleros nos llevaban desconocidos que afirmaban que los habían robado. Muchas compañeras estuvieron en reclusorio por un delito que no cometieron. Comenzamos a denunciar ante los medios de comunicación de lo que estaba pasando con nosotras pero casi siempre sacaban la nota como roja o amarillista. No faltaron algunos periodistas que se sensibilizaron con nosotras y publicaban lo más real posible lo que pasaba.
Esto llamo la atención de diputados, candidatos de diferentes partidos y funcionarios públicos que se nos acercaron con la promesa de ayudarnos sí los apoyábamos en sus candidaturas y nos pedían que nos afiliáramos a su partido. Decidimos no hacerlo porque era más que evidente, nos querían utilizar como trampolín político y no estábamos dispuestas a colaborar con este tipo de gente porque iba a perjudicar nuestro movimiento y resistencia. Nos íbamos a quemar.
Fue en 1994 cuando conocimos a Brigada Callejera de apoyo a la mujer “Elisa Martínez” organización no gubernamental que se dedica a la defensa de los Derechos Humanos y la prevención del VIH-SIDA. Ellos, Elvira, Jaime y Rosa nos invitaron a sus talleres que impartían en el atrio de la iglesia de la Soledad. Ahí conocimos nuestros derechos y empezamos a crear una defensa jurídica entre nosotras. Tuvimos que estudiar la ley de justicia cívica, códigos penales vigentes y los tratados internacionales que el Gobierno mexicano firmo en su momento, como: VIH-SIDA, Derechos Humanos, y del trabajo.
Al inicio nos presentábamos como el grupo de tal calle pero como vimos que no nos tomaban en cuenta las autoridades, nos vimos en la necesidad de constituirnos en una Sociedad Cooperativista. Creo que esto nos empezó a abrir las puertas en varias instituciones. Hasta ya nos recibían en la sala de cabildos de la Delegación. En el día nos convocaban a reuniones y mesas de trabajo. Llegábamos a acuerdos con la promesa de respetar nuestro trabajo, pero en la noche la realidad era otra. La misma extorsión y criminalización en contra nuestra pero con una nueva variante; nos empezaron a fabricar delitos como el robo. Creíamos que íbamos por buen camino pero no fue así.
Nos detuvimos a analizar en que estábamos mal y llegamos a la conclusión que las promesas y tantas reuniones estériles nos estaba desgastando. Era lo que querían ellos y decidimos capacitarnos como promotoras de salud, trazarnos metas a corto mediano y largo plazo. Entre ellas: La dignificación de nuestro trabajo como un trabajo digno, luchar el reconocimiento como un trabajo no asalariado, derogar la implementación e imposición del control sanitario y convocar a diferentes grupos, colectivos, organizaciones y personas dedicadas al trabajo sexual a nivel estatal y nacional.
Las compañeras debían ser afines a nosotras con respecto a las problemáticas en el trabajo, tener el convencimiento de que la organización entre nosotras mismas era la única opción y ser autónomas sin la injerencia del gobierno, partido político o funcionario público. Conformamos la Red Mexicana de trabajo sexual con presencia en diferentes estados de la Republica. Empezamos a crear agendas de trabajo de nosotras mismas y para nosotras mismas. Involucraba un esfuerzo mayor pero creíamos que valía la pena.
Comenzamos a tener más presencia en temas que tuvieran que ver con nuestro trabajo, constantemente convocábamos a marchas, protestas y denuncias públicas ante las autoridades. Brindamos solidaridad con las compañeras que se dedican al trabajo sexual.
Gracias a esto, logramos que el gobierno derogara el control sanitario del Distrito Federal y tener presencia en actos políticos donde hacíamos replica a las autoridades con respecto al trabajo. Exigíamos que se respetara la integridad y los derechos humanos de nosotras. Algunas veces con temor denunciábamos la cortina de humo que ponían para que no se supiera la verdad.
Claro qué a las autoridades no les convino eso e intentaron dividirnos pero no lo consiguieron. Entonces nos empezaron a hacer ofrecimientos, como trabajar en CENSIDA (antes CONASIDA), asesorarlos en materia de trabajo sexual, promesas de vivienda, condones, dinero, querían cooptarnos. La mayoría nos mantuvimos firmes, convencidas de lo que deberíamos hacer y no, pero algunas de las que en su momento pertenecían a la red aceptaron el ofrecimiento, quizá con la idea de brillar ante el gobierno y el deseo de tener poder. Las tomaron en cuenta para algunos proyectos, les dieron dinero para ayudar a las trabajadoras sexuales, pero la ayuda nunca llegó.
Poco después las desecharon, y ahora ¿Dónde están? Pues como todo burócrata, esperando un hueso. Saber lo que les paso nos convenció más en lo que estábamos haciendo, sin embargo, perdimos muchas compañeras en el camino. Unas están presas en el reclusorio por delitos que no cometieron, como Gari y Yolanda y otras fueron asesinadas: Melissa, Rubi, Gabi, Mariposa y muchas más. Es el riesgo de organizarse, denunciar y desmentir a las autoridades.
A pesar de esto seguimos haciendo política de banqueta, invitar a más compañeras para que se organicen sin reproducir las formas de hacerlo como históricamente se ha hecho. Es decir, proponemos una estructura horizontal, que no recaiga en una persona el control del movimiento porque pone en riesgo nuestra lucha, que no exista un o una representante ni portavoz, que cada una se represente a sí misma. Que todas y todos tengamos voz y voto y que podamos proponer sin imponer, donde todas participemos sin abusar una de la otra. Que lo que hagamos no sea un propósito para sobresalir, vender o negociar con el gobierno.
Cuando nos enteramos de propuestas de ley para “regular, dignificar y reordenar el trabajo sexual” nosotras nos dedicamos a estudiar detalladamente esas propuestas a través de reuniones y talleres. Nos damos cuenta que todas estas solo tienen la intención de controlar, erradicar y criminalizar a las trabajadores sexuales. Tenemos el derecho de opinar y protestar por estas propuestas de ley de algunos diputados moralistas y conservadores. Exigimos mesas de trabajo para analizar junto con ellos las incongruencias y la falta de respeto de nuestros derechos humanos y civiles.
Conseguimos detener estas propuestas. Consideramos que sus formas y modos de legislar no son las correctas porque vulneran todo derecho que tiene el ser humano.
Creemos en la libertad de trabajar donde queramos, decidir qué hacer con nuestro cuerpo y si lo queremos utilizar como una herramienta de trabajo. Que no se nos criminalice por trabajar en la calle, por vender sexo, por ser rebeldes. Somos conscientes de lo que queremos, construir otra forma de organizarse. Ha sido difícil pero tenemos la convicción de un mundo mejor.
Durante muchos años nos acercamos al Gobierno del Distrito Federal para solicitar que se nos reconociera como trabajadores no asalariados ya que el concepto que tiene el reglamento de no asalariados se aplica en nosotras: Quien ofrece un servicio ocasional o casual con otra persona en la vía pública sin que exista una relación obrero-patronal será considerado como trabajador no asalariado. El gobierno nos negó el reconocimiento como clase trabajadora. Empezamos a dignificar el trabajo y a nosotras mismas realizando talleres de prevención del VIH-SIDA, defensa de los derechos humanos, asesoría jurídica y capacitando a más compañeras como promotoras de salud.
Decidimos acudir a diferentes estados cuando las compañeras necesitaban solidaridad, apoyo y acompañamiento cuando tenían problemas en su lugar de trabajo. Estar con ellas nos amplió el panorama de los problemas a los que se enfrentan nuestras compañeras en sus lugares de trabajo. No es lo mismo trabajar en la calle que en zonas de tolerancia o en casas que son permitidas por los Presidentes municipales y Síndicos. Esta más canijo en estos lugares porque no existe ninguna garantía a los derechos de salud y de la dignidad humana.
Ellas nos contaron sus problemas con la confianza que da el ser igual. Las mismas circunstancias y problemas, la extorsión, criminalización, explotación y el despojo de nuestras fuentes de trabajo. Nos convencimos que en cualquier parte del país es lo mismo, bueno quizá nosotras las del DF tenemos al alcance medios de comunicación para denunciar lo que nos está pasando. Las compañeras de los demás estados son víctimas de la impunidad del estado sin que nadie las apoye.
En los estados las compañeras las amenaza la policía con quitarles a sus hijos, las obligan a hacerse la prueba del VIH-SIDA cada mes, inclusive en algunos lugares cada dos semanas. Las mandan a laboratorios privados donde les cobran hasta 500 pesos, aparte tienen que pagar 50 diarios por derecho de piso. Esto es trata de personas y explotación sexual que hace el mismo gobierno y que contrariamente dice que lucha por erradicarla.
Una vez fuimos a apoyar a las compañeras de San Martin Texmelucan. Las compañeras habían solicitado una reunión con el Presidente Municipal, autoridades del Sector Salud, y la Comisión de Derechos humanos Estatal, de los cuales brillaron por su ausencia. Sólo llegaron las primeras damas del municipio. Su función es cuidar las buenas costumbres y la moral, fue una reunión estéril. Lo que ayudo fue la presencia de los medios de comunicación que sacaron la nota desacreditando al gobierno Municipal pero fue más venganza política del medio de comunicación contra el Presidente Municipal.
Haciendo activismo conocimos los demás problemas que tienen los demás sectores que no son tomados en cuenta. Campesinos, indígenas, vendedores ambulantes, obreros y trabajadores del campo y la ciudad. Nos dimos cuenta que sus problemas son los mismos que tenemos nosotras. Gracias a ellos aprendimos más, cómo conciben la dignidad y resistencia. Nos vimos a través de ellos y reforzó nuestra lucha. No éramos las únicas, ya no estábamos solas.
Cuando los legisladores Federales como Rosi Orozco dieron a conocer la propuesta de Ley para prevenir, erradicar y sancionar al trata de personas volvimos a tener represión y criminalización pero con mayor fuerza. La idea de que trabajo sexual es igual a trata hizo que muchas compañeras fueran detenidas y encarceladas. Los operativos se distinguen por ir a alguna calle que determinan antes y se llevan a todas. Estando en la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal las aíslan y las van pasando una por una a una oficina. Ahí las amenazan con llevarlas al reclusorio si no señalan a alguna de ellas como su tratante.
Algunas no se dejaron intimidar pero otras sí. Existen varias compañeras nuestras privadas de su libertad. Se empezó a promover la lucha contra la trata y muchos intelectuales opinaron desde su escritorio, incluso sacaron más de 200 libros en contra del trabajo sexual. Muchas feministas aseguraron que todas las trabajadoras sexuales son víctimas de trata y abuso. Al mismo tiempo crearon cientos de organizaciones fantasmas para ayudar a las supuestas afectadas con el apoyo económico del gobierno y de organismos internacionales. Por lógica, se hizo un linchamiento nacional en contra de nosotras, pero la ayuda a las verdaderas víctimas nunca llegó.
Nos tocó estar en una entrevista de radio, entre las invitadas estaba una feminista que dijo que ya se había acercado a algunos senadores que están en la comisión de trata para que le otorgaran recursos económicos para construir un refugio para bebes victimas de trata, que ella sabía dónde estaban pero que más adelante lo daría a conocer. Hasta la fecha no he oído o visto su trabajo, no dudo que existan niños menores de dos años abusados, pero de eso a que exista una red que trafique con bebes, creo que es muy difícil de comprobarlo.. De esta forma es como los supuestos activistas son vividores de una causa que en realidad no les importa y que desafortunadamente nos afecta. Así paso cuando el tema de moda fue la lucha contra el SIDA, muchas organizaciones surgieron solo para vivir de los recursos que son destinados para mejorar la salud.
La mayoría de los medios de comunicación escrito y electrónico dedicaban una gran cobertura a la supuesta lucha contra la trata. Casi diario era una nota sobre el tema donde sacaban imágenes de trabajadoras sexuales detenidas en su esquina y dando por hecho que eran tratantes. Eso nos preocupó vimos que lo que habíamos logrado estaba desapareciendo. Los medios nos buscaban sólo para opinar sobre trata y que les diéramos nombres y lugares donde existía la trata, pero de las agresiones y delitos fabricados a muy pocos les importo. No sabíamos cómo hacer frente a esto pero afortunadamente ya habíamos conocido a una periodista con ética, comprometida con la verdad y su profesión.
Ella es Gloria Muñoz, le comentamos lo que nos preocupaba y lo que visualizábamos a corto tiempo. Ella en vez de prometernos una nota periodística, propuso darnos un taller de periodismo. Qué nosotras mismas fuéramos las que publicáramos nuestras propias notas y reportajes sin depender de los medios de información. Nos interesó el proyecto y fue así como nació El Taller de Periodismo Comunitario “Aquiles Baeza” un órgano de penetración informativa. Periodismo realizado por trabajadoras sexuales y para trabajadoras sexuales. Sin proponérnoslo seguimos aprendiendo y así enriquecer más al trabajo sexual.
Ahora varias de nosotras ya sabemos hacer una nota periodística, un reportaje, un artículo. Estamos en proceso de terminar y publicar un libro con varios testimonios de trabajadoras y trabajadores sexuales mujeres y transgenero que nadie ha contado. Esto nos ha servido para hacer frente a las noticias malintencionadas, nuestro fin es desinformar a las sociedad, quiénes somos, qué queremos, dónde estamos y cuáles son nuestras metas.
Hace más de dos años nos acercamos al bufete jurídico “tierra y Libertad” con la abogada Bárbara Zamora. Es otra compañera comprometida con las causas justas. Le pedimos asesoría, cómo podríamos defendernos jurídicamente. Ella nos comentó que podíamos volver a solicitar al gobierno que nos otorgara la credencial de trabajadores no asalariados. Le comentamos que ya lo habíamos intentado varias veces pero nos dijo que lo volviéramos a hacer. Recibimos la negativa del gobierno encabezado por Miguel Ángel Mancera y la abogada tramitó un amparo para más de 80 compañeras contra la negativa del gobierno del DF.
La respuesta del gobierno sobre amparo fue que no podían dar las credenciales porque en la ley de justicia cívica del Distrito Federal vigente señala que “invitar o ejercer la prostitución” es una falta administrativa y qué por lo tanto no cubríamos el perfil de no asalariados. Entonces solicitamos otro amparo ante el Poder Judicial de la Federación el 20 de agosto de 2012. Tardo más de dos años y medio para que el juzgado Primero de Distrito en Materia Administrativa del Distrito Federal declinara a nuestro favor. La Jueza primero de distrito Paula María García Villegas Sánchez Cordero en un sentido de justicia plena resolvió que somos personas con todos los derechos para ser consideradas como trabajadores no asalariados. Ordenó de una forma inmediata la expedición de las credenciales y la derogación del artículo 24, fracción séptima de la ley de justicia cívica porque atenta contra los derechos de nosotras y criminaliza al trabajo sexual.
Ella consideró que las personas que nos dedicamos al sexo comercial estamos expuestas a la extorsión y la condena social y reafirmó lo qué nosotras ya habíamos dicho: el derecho al trabajo donde queramos y la libre decisión de decidir en nuestro cuerpo. El gobierno del DF no tuvo más opción que expedir las credenciales aunque ya habían apelado contra la decisión de la juez, una acción jurídica que no está permitida por su carácter de irrevocable.
El pasado mes de marzo la Secretaria del Trabajo del Distrito Federal nos entregó las credenciales. Los funcionarios aseguraron que era un acto de voluntad política del gobierno, que el jefe de gobierno estaba consciente de lo que solicitamos y que nunca tuvo algún inconveniente. Sí eso fuera cierto no hubiéramos tenido la necesidad de recurrir a diferentes amparos.
Creo que es una batalla que ganamos al defender nuestros derechos. La libre decisión de ser y estar donde queramos. Fue una batalla contra la doble moral, la inconciencia de las autoridades, la manipulación de las leyes contra un gobierno de supuesta izquierda. Tenemos el derecho a organizarnos sin tener tatuada en la frente un color partidista. No pedimos nada a cambio, sólo el respeto a nuestra dignidad e integridad. Nosotras no fomentamos la trata de personas, la explotación sexual ni el trabajo sexual. Lo único que peleamos es por qué se garanticen nuestros derechos de las y los que decidimos voluntariamente trabajar en el sexo.
Queremos que esta decisión sea a nivel nacional e internacional. No podemos concebir un mundo con tan grande desigualdad. El tener una credencial que nos acredite como trabajadores no asalariados no significa que todo está ganado. Nos falta luchar por el acceso a la salud, vivienda, justicia, educación y una vida libre de violencia.
Dedicamos nuestra lucha a las demás trabajadoras sexuales que a diario salen a trabajar para poder llevar una vida con menos necesidades y que se enfrentan constantemente a tantos obstáculos como la represión, explotación, discriminación y despojo. A todos y todas las caídas en nuestro andar, a los compas que salen a las calles a ganarse la vida porque no tienen otra opción de trabajo, a todos los presos políticos por ser conscientes y resistir, a todos los indígenas y campesinos que nos enseñaron el camino de dignidad.
Sabemos las consecuencias por estar luchando pero seguimos firmes. Después de tantos años de lucha creo que ya estamos más fortalecidas. Ejercemos el trabajo sexual, vendemos sexo pero eso no quiere decir que vendemos nuestra dignidad ni a nuestra gente. Somos dignas, aquí estamos y no nos vamos a ir. Al fin y al cabo, la calle es de quien la trabaja. Me llamo Krizna, soy trabajador sexual, periodista, activista y estudiante.
Nota realizada por Krizna, integrante del taller de periodismo comunitario Aquiles Baeza.
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