Reunión entre trabajadoras sexuales de Brigada Callejera y diputada federal de la comisión contra la trata de personas

Vista panorámica de la reunión entre trabajadoras sexuales y la diputada federal Crystal Tovar

“Trabajamos en eso por hambre”: trabajadoras sexuales.

REUNIÓN ENTRE TRABAJADORAS SEXUALES DE BRIGADA CALLEJERA
Y DIPUTADA FEDERAL DE LA COMISIÓN CONTRA LA TRATA DE PERSONAS

* Hagan la diferencia entre trabajo sexual y trata de personas
* Padrotes, los policías que nos quitan el pan de la boca

Por Jaime Montejo de la Agencia de Noticias Independiente Noti-Calle, México, D.F., 4 de junio de 2013.-Es inicio de semana en la Merced. Los puestos de comercio ambulante ya están instalados. Se escucha la voz de un merolico ofreciendo “la pomada del soldado”, contra catarros, gripa y otras enfermedades respiratorias.

Las marchantes compran su mandado con las mazáhuas que ofrecen paquetitos de verdura de la temporada, como calabaza, mazorca y chile. Las tiendas del vecindario ofrecen queso, yogurt, cereales, refrescos y otros productos a los vecinos de la zona.

Algunos puesteros ofrecen plátano frito, papas a la francesa, elotes, perritos calientes, hamburguesas y porciones de pizza, en carritos de supermercado.

Los teporochos van juntando, una lana para curarse la peda de ayer. Trabajadoras sexuales esperan al cliente que las haga persignarse en un día de por sí muy malo para ellas. Algunas ya llevan una feria para sus hijos. Otras esperan a ver si al rato se pueden ocupar.

A unas cuántas calles se encuentra la Cámara de Diputados federal. Un parque y la avenida Congreso de la Unión, separa a dos mundos: el de la realpolitik y el mundo de los nadie en la Merced, aquéllos que dejaron de ser prescindibles para quienes se reparten las ganancias de las nuevas inversiones de la zona.

Allá, arriba, se reúnen diputados y diputadas para hacer las leyes federales. Allí se tramó la traición al EZLN, a sus bases de apoyo y a los Acuerdos de San Andrés Larraizar. El mismo lugar donde la ley federal en materia de trata de personas, olvidó distinguir trabajo sexual de prostitución forzada y explotación sexual infantil.

Ninguna trabajadora sexual fue consultada en la legislatura anterior, en lo que respecta a la trata de personas. Sin embargo en los operativos anti-trata que han abundado desde entonces, fueron violados los derechos humanos de las mujeres que se ganan la vida vendiendo caricias.

Un piquete de trabajadoras sexuales de la Merced, Tlalpan y el estado de México, se congregan para conversar con la diputada Crystal Tovar de la LXII Legislatura, consejera nacional del PRD, de 23 años de edad, originaria de Chihuahua, que en semanas pasadas fue criticada de forma misógina por usar minifalda en el recinto de San Lázaro.

Linchamiento mediático que comparten las trabajadoras sexuales que hoy la esperan, con ganas de ser escuchadas por otra mujer; ya que han sido acusadas de ser las responsables de la proliferación del VIH/Sida y otras infecciones de transmisión sexual (ITS), pecadoras, delincuentes, malas madres y finalmente, víctimas o victimarias de trata de personas.

En las paradas de las micros, los chocadores y choferes esperan que se llenen los lugares de las unidades, para seguir su rutina diaria. En tanto, hoteleros dan paso a los clientes de ocasión que esperan un momento de diversión, mientras las trabajadoras sexuales buscan ocuparse para salir de los gastos que esta semana que empieza les exige.

Policías esperan el momento oportuno para extorsionar a los clientes sexuales del rumbo, sentenciándoles su suerte con el cuento de que ellos son los responsables de la trata de personas y deben pagar por ello, una módica cantidad o ser detenidos por dicho delito.

En la esquina de Santa Escuela y Corregidora, un grupo de policías recibe la mochada de un chinero para que pueda seguir operando en estas calles, bajo su protección.

Son las dos de la tarde, tiempo de trabajar y hacer el quehacer en los departamentos y viviendas de la Candelaria de los Patos. También es la hora en la que muchas mamás y abuelitas van por los niños, niñas y adolescentes a la escuela.

Quién iba a pensar que en un día como éste pero de 1975, cien trabajadoras sexuales estaban por cumplir 24 horas de ocupación de la Iglesia de Saint-Nizier de Lyon, Francia, con el fin de llamar la atención sobre la situación de violencia hacia ellas. Hoy, un grupo de trabajaras sexuales humildes, sin representantes ni dueñas de la calle, se incorporarían al intercambio de reflexiones con la diputada federal Crystal Toval del PRD, en un pequeño espacio de libertad.

El auditorio, sala de espera y salón de usos múltiples de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”, A.C., enclavado en el departamento 204 de la Calle Corregidora, se va llenando poco a poco de trabajadoras sexuales y colegas transgénero.

El espacio y las sillas son insuficientes, por lo que sólo asiste medio centenar de trabajadoras sexuales de ocho hoteles de la Merced, tres de Tlalpan y dos del estado de México, nada más. La convocatoria no fue más amplia por lo reducido del lugar.

Elvira Madrid Romero, presidenta de la Brigada Callejera “Elisa Martínez”, les pide a las trabajadoras sexuales asistentes, que es la oportunidad de ser escuchadas por una diputada federal sensible a su situación, en un sitio al que asiste, a quien le da la gana hacerlo, como estas oficinas de la Merced.

Entra la diputada y se presenta: ---Soy Crystal Tovar, tengo 23 años, formo parte de la Comisión de juventud, la de Ciencia y Tecnología y Relaciones Exteriores, así como la de Trata de personas. Por eso estoy aquí, porque en otras legislaturas no las han escuchado.

Lupita toma la palabra y así como se encuentra, parada a unos pasos de Crystal, le dice lo que tiene guardado desde el año 2007, cuando se aprobó la primera ley federal en materia de trata de personas. Nadie las escuchó en ese entonces. Tampoco en el 2012, cuando fue expedida la ley general sobre el mismo tema. Y es que quienes buscan abolir la prostitución, no necesitan escuchar a prostitutas que reivindican el derecho a decidir, si continúan trabajando en las calles o se retiran de la vida galante.

---Yo llegué siendo menor de edad. Tenía 17 años cuando me tocó el primer operativo contra la trata de blancas. Ahora tengo 35 años y sigo aquí trabajando porque tengo dos hijos, uno de meses y otro más grande. Mi pareja está hospitalizada. Su cirugía cuesta 14 mil pesos y ocupo ocho mil al mes en estudios y medicamentos. En una fábrica cuánto me van a pagar. Aquí están las notas de lo que tengo qué pagar. Mi pareja no es padrote. Padrotes, los policías que nos quitan el pan de la boca y extorsionan a nuestros clientes.

Las mujeres cuyas edades oscilan entre los 24 y 75 años de edad, están pendiente de las palabras de su compañera. Ya están acostumbradas a escucharse con respeto en otras asambleas.

Azucena de 65 años, se dirige a la diputada y acompañantes y comenta: Que nos dejen trabajar en paz. Yo no tengo quién me mueva. Tengo pareja y no es un padrote. Me apoya, nos apoyamos. Esa gente que nos critica, sólo quiere ver lo que ellos quieren ver. La trabajadora sexual no vive como ellos dicen. No todas estamos obligadas.

Se escucha el timbre como si se tratara del canto de un pajarito. Es que siguen llegando trabajadoras sexuales que empiezan a amontonarse a la entrada de este departamento acondicionado como cuartel general, que desde junio de1999, alberga a la Brigada.

Maritza, toma la palabra: Les pido, les suplico, hagan una diferencia entre nuestro trabajo y la trata de personas. Nosotras estamos alquilando nuestro cuerpo. El periódico indica, “Rescatamos a 30 mujeres en la Merced”. Cómo va a ser eso, si a todas nos exigen credencial de elector. Aquí trabaja la que tiene necesidad. Lo hacemos por hambre.

Algunas trabajadoras sexuales que siempre han destacado en diferentes foros, prefieren que sean otras mujeres las que den su testimonio. Algunas cedieron su lugar y prefirieron que otras asistieran a esta “junta”.

Isabelle, explica: Soy universitaria trans y trabajo en Tlalpan por necesidad. Estamos por voluntad propia. Estoy parada en la calle porque tengo gastos y nadie ve por mí. Por favor, haga la separación entre trata de personas y trabajo sexual.

El teléfono suena y es contestado en voz baja para no interrumpir a la oradora que es este momento se dirige al auditorio y a la invitada especial de este día.

Rosarito, transgénero integrante de la cooperativa “Ángeles en busca de la libertad”, habla sobre los anuncios sexuales y cómo son utilizados para extorsionar a sus compañeras. “Ya agarraron a los extorsionadores que utilizaban el periódico para anunciarnos a muchas de nosotras. El Internet se está llenando de nuestros anuncios, pero nos está saliendo más caro”, expresó.

Su llamado fue a que hagan una diferencia y les dejen trabajar en paz. “Ahora el Internet es como la trata de personas, porque nos cobran más por ser VIP, porque las fotos son de estudio. A una compañera que se anunciaba le fincaron delitos que no cometió.”, finaliza su intervención.

No hay un orden de oradoras, quienes se deciden a hablar, se hacen de valor y hablan desde su experiencia personal, nunca a nombre de sus compañeras, porque no están autorizadas por ellas para hacerlo.

Acto seguido Elvira Madrid, presidenta de Brigada Callejera, añade: Ella rentaba un depa y la acusaron penalmente. Le sacaron ocho mil pesos. Sus hijos se enteraron que su mamá trabajaba en esto. Eso de los anuncios ha servido para extorsionar a las compañeras. El otro caso es una chica que se vio chiquita aunque tenía 23 años. La retuvieron a la fuerza en un refugio y su hijo de pechos no pudo verla esos días.

El calor que se siente por la pequeña multitud que se ha reunido, se disipa un poco, con las ventanas abiertas del consultorio médico, que hacen corriente de aire con la puerta de acceso a este lugar.

Lucía de setenta y dos años advirtió que en su época, cuando ella empezó, le tocó cosas pesadas. Si nos veían salir de un hotel los de gobernación, nos regresaban al hotel, nos ultrajaban y nos quitaban el dinero. “Empecé en el talón a los 14 años. Por 40 pesos lavo ropa o hago limpieza ¿Qué hago con ese dinero? Yo así no sé ni cómo me llamo.”, afirmó melancólica.

---“Porque de años, hasta los policías se llevan a los clientes que están en la calle. Se los cargan, aunque no estén haciendo nada. No hay respeto para nosotras las mujeres. Tuve doce hijos, todos viven, los saqué adelante con mi cuerpo. Llegué a darles todo, como pude. Por qué ahora diputados y la justicia nos critican. Si una mujer bonita y preparada no se mete con ellos, no le dan trabajo. De qué nos critican? Cómo quieren que una con un salario de 52 pesos, pague renta, comida y otros gastos. El gobierno con las bolsas llenas de dinero y a nosotras nos critican por estar paradas en una calle. Los lujos que tienen, los tienen por el pueblo. Esto no es un delito. A poco usted cree que la droga y las armas, nos caen del cielo?

Afuera del departamento, vecinos pasan sorprendidos al notar el sobre cupo de Brigada y averiguar que en su interior hay una legisladora federal.

Chela afirma que en las calles de Circunvalación hay muchos policías que roban a los señores y ya no vuelven a regresar. A veces les sacan dinero a las compañeras. Nos acusan que robamos al cliente y lo que pasa es que luego no nos quieren pagar y una se defiende.

Algunas de las asistentes, contestan su teléfono celular de forma casi inaudible para las demás. Otras se miran entre sí, como preguntándose quién va a continuar después de Chela.

Ana, trabajadora sexual transgénero, toma la palabra y denuncia que los patrulleros las andan cazando a ellas y a sus clientes. Al frente están los policías, uno tras otro, que hasta parece que están trabajando como nosotras. “Donde estamos paradas, hay muchas patrullas y ninguna en la comunidad. Yo les cobro cien pesos a mis clientes y la policía les saca 500. Quién es la prostituta entonces?”, manifestó con voz pausada y firme.

Algunas invitadas observan las paredes del lugar, donde se notan carteles sobre el Sida, diplomas de varias instituciones, fotos del subcomandante Marcos, fotos ensambladas en un marco bajo el título “Las mujeres con la dignidad rebelde”, recortes de periódico, diagramas de salud y algunos espejos que reflejan a algunas asistentes.

Mariana, cuenta que por ser trans, las autoridades les quieren cambiar los papeles, cuando denuncian un robo contra ellas y de ser denunciantes, pasan a ser denunciadas. “A tal grado es la manipulación de los ministerios públicos. Como somos una cooperativa, nos volvemos activistas contra la trata de personas”, aseguró con tono amable.

Ninguna de las trabajadoras sexuales, se retira antes de tiempo. La atención de todas, está centrada en quienes toman la palabra y el lenguaje corporal de la joven diputada.

Entre el grupo de trabajadoras sexuales, asoma una mujer de 67 años que se encuentra parada y dirigiéndose a la diputada Crystal, hace memoria de lo que ha vivido como recamarera: “Yo fui a una casa de niñas. Tenía doce años cuando ellas trabajaban sin condón. El Hispano era un hotel de primera clase, al igual que el Avión. Las muchachas eran de doce a catorce años, ya estaban ahí, con todo respeto. No es algo de ahorita nada más.” Hay recamareros detenidos, que sólo hacen los cuartos. Hay un montón de policías que se dedican a talonear a los clientes. Cómo está eso? De qué ley se trata?”, fueron sus últimos comentarios en este día.

Afuera, en una mesita de plástico de un metro cuadrado, “Taco”, el asesor educativo de Brigada, acreditado como tal por el INEA, escucha a las últimas participantes y se dispone a su tarea como alfabetizador de trabajadoras sexuales e hijos.

Lucía, trabajadora sexual de 35 años de edad y 15 ejerciendo en las calles del centro histórico, alega que en el operativo policiaco en el cuál detuvieron a más de cien de sus compañeras, la policía las amenazó con romperles la madre si no las acompañaban al ministerio público.

La doctora colposcopista, tuvo que esperarse unos minutos para empezar a dar consulta a las mujeres que esperaban su turno para pasar. Trabajadoras sexuales, universitarias, vecinas y activistas de organizaciones sociales.

Adriana, levantó su cara y reveló que el gobierno sabe dónde están las chamaquitas de pueblo obligadas y sin embargo, nos criminaliza a nosotras. Yo estoy aquí, porque mi familia tiene hambre. Mucha gente viene aquí por necesidad. No buscamos conmiseración, buscamos que nos respeten, nada más.

A eso de las cuatro de la tarde, toma la palabra Crystal Tovar.

---Lo que esté en mis manos hacerlo, voy a cambiarlo. Estoy a disposición de ustedes. Les agradezco mucho que estén aquí, que hayan dado su testimonio y que hayan hablado. Pensé que sólo iban a estar unas cinco personas. Pensé que no querían platicar conmigo. Ya sé que lo que ustedes hacen es un trabajo digno, aunque no esté reconocido.

La respuesta no se deja esperar: “Le agradecemos infinitamente que esté encausada a escucharnos.” Fue el comentario de una trabajadora sexual transgénero de 35 años de edad.

“De antemano se agradece y mil gracias por estar aquí.”, señala Martita, trabajadora sexual de 71 años de edad.

Al finalizar el acto, Elvira le muestra la clínica de displasias a Crystal, donde se hacen papanicoloau, colposcopías, cirugías láser a lesiones provocadas por el virus del papiloma humano y ultrasonidos. Ya no hubo tiempo para que viera la clínica dental y la de acupuntura y masoterapia.

Poco a poco, las trabajadoras sexuales asistentes se despiden de Crystal y de las activistas de Brigada Callejera. En tanto, las visitantes de San Lázaro son conducidas y conducido a la esquina que hacen Santa Escuela y Corregidora, del lado del andador peatonal donde se encuentran apostados dos policías, que observan detenidamente la entrada del hotel Veracruz.

Elvira les señala, a unos cuántos pasos de ellos y en su cara refiere que ellos extorsionan a los clientes que salen de los hoteles, o que se dirigen a una trabajadora sexual. Uno de ellos se siente aludido y le reclama con una pregunta: “Quién lo dice?”. A lo que ella les contesta: “Yo lo digo.”

Terminada la plática banquetera, Crystal y sus asesores son acompañados al vehículo que les trajo y se retiran a su mundo, el de la política institucional.

A lo lejos se ve a un bolero que lustra el calzado de un hombre con saco y corbata. Seguramente un funcionario de la delegación, que conversa con un locatario sobre la carestía de la vida.

La Brigada Callejera, regresa a la normalidad.