“Si el sexo te da de comer, qué importa lo que diga la gente”
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Paola es escort, es decir, ofrece servicios de compañía. Ejerce el trabajo de manera independiente; ella no se para en una esquina, sólo se pone “en línea”. No espera a que se detenga un auto, sólo checa “los tuits o los whats” y hace una cita. Se anuncia por medio de portales web y redes sociales.
Ellas forman parte de las 862 mil 219 mujeres dedicadas al sexoservicio en México, según datos de la organización Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez AC, cuya investigación señala que del total, más de 200 mil mujeres se encuentran en condiciones de explotación y trata de personas.
Elvira Madrid es la presidenta de la brigada; lleva 28 años trabajando en las calles, haciendo investigaciones y ofreciendo pruebas de VIH, sífilis, papanicolau y colposcopia, así como consultas dentales y de apoyo sicológico a trabajadoras sexuales. También es la encargada de un proyecto de prevención de trata de personas dirigido a 27 estados de la República.
El trabajo de Elvira no es tras un escritorio, es en las calles. Apoya a las mujeres que están en la vía pública, en bares, cantinas y hasta en departamentos. “Hay una cantidad de trabajo sexual que no está visibilizado. El mundo de la prostitución no es tan pequeño. Siempre mencionan a la que está parada en la esquina, pero no hablan de toda esa gran industria que existe detrás: el hotelero, el policía y toda la gente que circula por ahí”, externa.
Ella ha denunciado la extorsión que sufren las trabajadoras sexuales, tanto por parte de autoridades como de padrotes y madrotas. Años atrás presentó evidencia para encarcelar a un lenon “muy pesado que tenía protección de ministerios públicos”; al poco tiempo fueron a buscarla. Unos hombres bajaron de un automóvil sin placas y dijeron: “Ahí está la vieja hija de su puta madre, mitotera”.
Los sujetos la golpearon y la dejaron tirada en el piso, se llevaron a su amigo y a su pareja. “Cuando me pude levantar puse la denuncia y cuando fui a la comisión de Derechos Humanos me dijeron ‘ya no se dedique a eso, la van a matar’. Me dio tanto coraje por la impotencia que me salí, dije: ¡a la chingada!”.
Su pareja y su amigo aparecieron golpeados una hora y media después. Elvira estuvo 15 días en cama, “pensaban que ya me iba a morir pero después visité toda la zona y dije: aquí estoy, estoy viva y seguiré”.
“No son lo mismo”
Uno de los propósitos de la organización es obtener una legislación nacional para separar el trabajo sexual de la trata de personas. “Hay un supuesto combate a la trata que viola los derechos humanos de las compañeras que lo hacen por necesidad. A veces las autoridades no diferencian entre trabajo sexual y trata”.
En 2007 entró en vigor la Ley Antitrata. Eso provocó que, en un operativo, 95 mujeres fueran obligadas a firmar hojas y decir que eran víctimas. Con la sentencia se establecieron zonas de tolerancia en lugares donde ya se tenía fama: Tlalpan, Patriotismo y La Merced.
Sin embargo, la presidenta de la brigada dice que estas medidas no han tenido buenos resultados. “Las zonas de tolerancia no ha funcionado porque siempre ponen a alguien que quiere cobrar o dirigir, entonces no. Aquí cada quien se dirige a sí misma”, señala Elvira. Por esa razón, la organización decidió tomar medidas legales. En 2013 ganaron un amparo en la Ciudad de México en el que se reconoce al sexoservicio como un trabajo no asalariado.
Esto tras dos años de persecución en los que las sexoservidoras vivieron encarcelamientos al luchar para lograr una sentencia favorable.
“En la sentencia 112/2013 se menciona que el trabajo sexual es como cualquier otro y que el gobierno fracasó porque no dio alternativas reales de trabajos bien remunerados, educación, salud y vivienda y exige a la Secretaría del Trabajo que reconozca este oficio y les entregue una credencial donde viene su nombre, los puntos donde las compañeras trabajan y una constancia”, comenta Elvira.
El permiso se tramita en la Secretaría del Trabajo, mismo lugar donde mariachis, boleros y demás personas acuden para autoemplearse. Tener la credencial tarda 30 días, aunque quienes han realizado el proceso aseguran que el plazo se alarga hasta 90 y hay casos en los que ha pasado un año.
“No es algo que nos quieran dar porque son buenas personas, es algo que se ganó legalmente”, dice Elvira. En la CDMX ya no hay sanción por ejercer este trabajo, mientras que en ciudades de Suecia, Francia, Noruega y Corea del Sur hay multas por pagar por sexo; por otra parte, en países como Holanda, Dinamarca y Alemania, las sexoservidoras pagan impuestos y obtienen prestaciones sociales.
Pago de cuotas
En su trabajo como sexoservidora, Jessica siempre ha estado sola; comenzó a pararse por Metro Chabacano, pero tuvo que moverse porque en la zona había personas que le cobraban una cuota para trabajar. “Me tuve que recorrer porque hay madrotas y padrotes; ellos son los que mandan. Tienes que pagarles una cuota para que puedas pararte en el lugar donde tú quieras. Te piden 200 o 300 pesos por día, pero imagínate si no lo sacas… te llegan a pegar si no cumples con lo que tienes que dar”.
En la mayoría de los puntos de Tlalpan hay que pagarle a “la gente encargada”. Dependiendo de la zona es el costo, puede ir desde los 50 pesos por cliente, hasta 200 pesos por día o mil 500 por semana. “En las zonas con moteles más concurridas cobran más; hay ciertos puntos donde hay chicas exclusivas. Adelante de Viaducto es una de las más caras”, dice Valeria, una sexoservidora transexual.
Elvira realiza recorridos en las zonas de la Merced, Sullivan y Tlalpan, principalmente. Unas 50 personas forman la Brigada Callejera y cuenta con 3 mil promotoras de salud y en defensa de los derechos humanos de las trabajadoras. El año pasado la organización atendió a más de 5 mil sexoservidoras.
Durante su labor, la presidenta menciona que ha presenciado el maltrato que la sociedad les da a estas mujeres. “Vivimos en una sociedad hipócrita, con una doble moral, que por un lado dice que son víctimas y pobrecitas, pero por otro las ataca. Cuando yo hago mis recorridos invitándolas a que se hagan una prueba de VIH o dando información, pasan las señoras y les escupen o las insultan”. Jessica ha sufrido ese rechazo. “Hay gente que pasa en el carro o corriendo y nos gritan tanta cosa, pero ya no les hacemos caso. Han de pensar que uno está porque le gusta; no saben en qué situación se está para estar aquí”.
A pesar de los ataques, Jessica no va a dejar este trabajo, por ahora. Necesita sacar adelante a su familia y tras la baja demanda de sus servicios, el ingreso que le da el oficio apenas le alcanza para “vivir al día”. Ella cobra 400 pesos por 25 minutos; pero en algunas calles de la CDMX, el precio más bajo por un servicio es de 20 pesos por 15 minutos y, en promedio, el costo más alto es de 500 pesos por media hora, mientras que en internet, los servicios van de los 300 hasta los 5 mil pesos por hora.
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Sin embargo, en el mundo digital es distinto. Katherine es una escort de 22 años que anuncia sus servicios en Twitter. En el medio conoció a chicas que estudiaban en el Tecnológico de Monterrey, en UVM y en La Salle y pagaban sus colegiaturas con sus servicios.
“Algunas pedían ayuda en los grupos de whats cuando ya tenían que pagar la colegiatura y no les alcanzaba… son chavas que se hacen de cuatro a cinco servicios al día que están invirtiendo en su educación. Hace tiempo conocí a una colombiana que se vino a México con sus dos hijos y cuando salía, tenía que pagar una niñera porque no tenía a nadie aquí. Ella me dijo que aprovechara mi tiempo y mi dinero y que me metiera a estudiar, por eso volví a entrar a la escuela, yo dije: si ya me estoy arriesgando mucho, que valga la pena”.
Dos de sus amigas le dijeron que cuando no había citas agendadas en línea y necesitaban el dinero, salían a trabajar a las calles de Tlalpan o Patriotismo. “En la calle hay más clientes, pero más barato, mejor no”, dice Katherine, cuyo servicio cuesta mil 500 por hora.
Jessica también cree que son mayores las ganancias en internet, pero no ha encontrado trabajo suficiente como para dejar las calles. “Por la cuestión económica conviene más. En internet puedes cobrar hasta mil pesos por una hora y no das tanto servicio como aquí. 400 en la calle a mucha gente se le hace caro. Hay unos que dicen: si te los pago, pero ya después quieren más cosas de las que ofreces”.
En la vía pública, puede llegar un cliente en 10 minutos o pueden pasar más de dos horas. “Como puedes salir de un servicio y te puede estar esperando otro, o puede que hagas un servicio temprano y en todo el día no vuelves a hacer ninguno. Depende el día o la suerte que tengas”, menciona Jessica.
“La diferencia entre el servicio en línea a salir es la comodidad, y dos: cuando un cliente contrata a una escort no siempre es para un encuentro sexual, a veces es para ir a reuniones, fiestas o viajes; en cambio con una sexoservidora que contratas en la calle ‘vas directo al punto’”, dice Samantha, edecán en redes sociales.
“No es mucha la diferencia; sólo que en la calle, en lo que pasa el cliente lo tienes que enganchar. Sobre los riesgos... todos corremos riesgos. Aquí en México hay desaparecidos y feminicidios, no importa a lo que te dediques. Nadie está exento”, dice Elvira.
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