Un día comí con Samir

Foto tomada del internet.

Un día comí con Samir

Por Ricardo Guerrero de la Agencia de Noticias Independiente Noti-Calle, Ciudad de México, 22 de febrero de 2019.-

Esta mañana el gallo no anuncio la madrugada. Sombras llenaban su campo de visión y durmió de más. Esta mañana lo que despertó al pueblo de Amilcingo, en Morelos, fueron cacareos secos de máquinas diseñadas para ahogar vidas. La noticia corrió por las redes sociales sobre Samir Flores Soberanes, donde se anunciaba su muerte. Dos balas atravesaron certeramente por la cabeza.

Cuando estos hechos pasan no cabe duda en que la rabia corre por las venas y la tristeza fluye por ojos. Uno se pregunta quien seguirá en la lista y cuándo nos alcanzará. Pero la rabia se acrecentó después de ver una de las fotos que circulaban. Ese luchador social, ese hombre indígena, que asistió a decir verdades sobre las mentiras de la mesiánica “Cuarta transformación”, acerca de la termoeléctrica en Huesca, un día antes de su atentado, un día lo conocí y comí en su mesa.

Una de las primeras excursiones que tuve de la mano de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer ‘Elisa Martínez’ AC, fue precisamente a la comunidad de Amilcingo. Durante nuestra instancia realizamos pruebas de detección de VIH, una entrevista a la compañera Elvira y Rosa por la radio comunitaria que hay en la casa comunitaria, por la tarde se realizó un taller sobre el uso correcto del condón y sobre sexualidad.

La comunidad nos dio un recorrido por los murales que hablaban de su lucha, de sus sueños y de sus resistencias. Nos platicaron de su proyecto de salud alternativa en micro dosis. Como las realizaban y como cultivaban las plantas. Un taller para recuperar la práctica de parteras. Se capacitaban para brindar masajes.

Compartieron su lucha y compartimos la nuestra.

Samir, principalmente campesino, tenía en sus modos la paciencia de ver y sonreír. Cuando ofrecía la mano en ella iba el corazón. Nos llevó a su casa. Nos invitó a comer. Nos presentó a su compañera de vida y a sus hijas. Una de ellas muy pequeña y yo con un greñero, me veía con recelo, escondida detrás de las piernas de su mamá y entre los brazos de su papá cuando esté la cargo.

Nos invitaron de lo que hay en muchas de las casas mexicanas, un amplio plato de frijoles acompañado con un queso fresco, que desmenuzamos minuciosamente. Una salsa verde, la cual se había molido en un molcajete, pues la licuadora estaba descompuesta. Los bocados se pasaron con un agua de sabor limón que se hizo en ese mismo momento y cuchareamos con tortillas hechas a mano por la compañera.

Y ante este recuerdo no pido justicia de aquellos que realizaron el atentado amparados por los poderosos. No pido justicia para esclarecer quienes fueron los actores materiales e intelectuales del hecho.

Lamentamos su muerte. Porque la muerte duele, pero no nos detiene.

Su muerte solo aclarece la peste que es la “Cuarta Transformación”.

Nuestra justicia se basa en seguir la lucha.

Nuestra justicia es recoger la antorcha y seguir avanzando.

Nuestra justicia es no olvidarlo, ni su lucha ni su causa.

Nuestra justicia será luchar hasta la victoria final.

¡Samir vive!

Nuestra lucha es por la vida.