Centrarse en los derechos de las trabajadoras sexuales

Centrarse en los derechos de las trabajadoras sexuales
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CHUS ÁLVAREZ 12 July 2018
Sea cual sea tu opinión sobre el trabajo sexual, negar que es un trabajo solo perjudica a quienes lo ejercen.

Sally T. Buck/Flickr. CC (by-nc-nd)

En 2018 la Alianza Global contra la Trata de Mujeres (GAATW por sus siglas en inglés) publicó el informe «Las trabajadoras sexuales se organizan por el cambio». La investigación se realizó en siete países para documentar cómo las organizaciones de trabajadoras sexuales se enfrentan a los diferentes abusos dentro de la industria del sexo y cómo manejan la discriminación diaria que experimentan. La autora de este artículo llevo a cabo la investigación en España.

Durante mucho tiempo el debate sobre el trabajo sexual ha compartido espacio en mi cabeza con los prejuicios y creencias sociales y culturales que tengo como feminista blanca y occidental. Como parte de mi trabajo en la GAATW he leído mucho sobre el tema, desafortunadamente la mayor parte de la bibliografía tiende a confirmar uno de los dos puntos de vista generalizados y extremadamente contrapuestos desde los que se habla de esta cuestión. «En los debates altamente polarizados sobre si el trabajo sexual es inherentemente dañino para las personas que venden servicios sexuales, el activismo a menudo cae en la trampa de presentar dos estereotipos contrarios y simplificados: la mujer prostituida (una víctima explotada sin capacidad de decisión) o la trabajadora sexual (una mujer empoderada e independiente que hizo una elección libre)». Así dice la introducción del nuevo informe de la GAATW «Las trabajadoras sexuales se organizan por el cambio».

Siempre había opinado que un mundo en el que el sexo no estuviera a la venta sería un mundo mejor. Esta opinión estaba basada en mi resistencia a la lógica capitalista que tiende a mercantilizar todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida, y en la idea de que el sexo debería estar relacionado con el amor, el afecto, o cualquier otro tipo de sentimiento pero no con el dinero. ¿Tengo acaso una noción romántica del sexo? ¿Cómo han influido mi contexto religioso y social en mi opinión?

Realizar este estudio me ha permitido poner a un lado mis propias creencias y supuestos para escuchar atentamente las realidades y motivaciones de varias trabajadoras sexuales. Hacerlo ha influido extraordinariamente en mi visión sobre el trabajo sexual, desarrollando una percepción mucho más fundamentada en las experiencias de aquellas personas que ejercen el trabajo sexual.

Aunque todavía no puedo responder a las preguntas sobre sexo, amor y dinero, escuchar las experiencias de las trabajadoras sexuales me ha dejado algo muy claro: si hablamos en serio cuando hablamos de proteger los derechos humanos de las mujeres, la criminalización y el estigma no son la respuesta. Los derechos lo son.

Los Derechos de las trabajadoras sexuales son derechos humanos
Proteger los derechos de las trabajadoras sexuales significa proteger los derechos humanos. Tal y como dice Clarisa Velocci de Genera (organización en Barcelona que defiende los derechos de las mujeres), «si se defienden los derechos humanos de las mujeres (…) es un pack completo (…) se defienden los de todas, no los de una sí y los de otras no».

Las trabajadoras sexuales, como cualquier otra trabajadora, tienen la capacidad y el derecho a elegir la forma en que quieren ganarse la vida de entre las opciones que tienen. Esta decisión tiene que ser reconocida y respetada de la misma manera que ha de serlo su trabajo. Lo mismo pasa con sus demandas, que se podrían resumir básicamente en lugares seguros para trabajar, derechos laborales y beneficios sociales tal y como, insisto, cualquier otra trabajadora.

Intercambiar servicios sexuales por dinero les permite pagar el alquiler, comprar comida y ropa, llevar a sus hijas e hijos a la escuela. Hace posible que puedan apoyar a su familia extensa , acceder a asistencia médica, viajar, ir al cine, invitar a cenar a sus amistades, etcétera. En muchas familias, las trabajadoras sexuales son las principales proveedoras.

El trabajo sexual da independencia económica a muchas mujeres. Ignorar esto es ignorar la principal motivación que existe tras el trabajo sexual.

El derecho de las personas trabajadoras de asociarse libremente y negociar de forma colectiva es uno de los cuatro pilares fundamentales de la Organización Internacional del Trabajo. Es más probable que sean las trabajadoras y trabajadores organizados quienes defiendan los derechos laborales, mejoren las condiciones de trabajo y creen sistemas de protección auto-gestionados. Los trabajadores y las trabajadoras organizadas tienen más poder y son menos vulnerables frente a la violación de derechos, el abuso y la explotación, incluyendo la trata de personas. Esto es tan cierto para las trabajadoras sexuales como para las personas en cualquier otro sector laboral. La organización de las trabajadoras sexuales debería ser igualmente reconocida por su poder de transformación. Debería ser encomiada y replicada, y apoyada desde el activismo por los derechos humanos.

Centrarse en los derechos humanos
Sacrificar los derechos de las personas involucradas en el trabajo sexual, incluso por el sueño de lograr un mundo sin trabajo sexual, va en contra del principio fundamental de los derechos humanos. Cuando rascamos más allá de la superficie, traspasando la teoría y los conceptos, nos encontramos de frente con las personas y con el impacto tan negativo que la criminalización y el estigma están teniendo en las trabajadoras sexuales. Se trata de ver las realidades de las trabajadoras sexuales tal y como son, no de cómo nos gustaría que fueran: las trabajadoras sexuales están sufriendo violaciones de sus derechos humanos a diario, no solo en su lugar de trabajo, sino también en la sociedad en general. Sufren humillaciones y ataques a su dignidad mientras hacen cola para renovar su DNI, o mientras esperan para entrar al médico. Incluso cuando van al colegio a recoger a sus hijas e hijos.

Escuchar a las trabajadoras sexuales y desafiar el conocimiento que creemos tener es crucial para abordar las condiciones laborales de las trabajadoras sexuales, incluyendo aquellas situaciones relacionadas con la trata. Necesitamos romper los estereotipos sobre el trabajo sexual y reconocer cómo las trabajadoras sexuales organizadas ya están abogando por la seguridad en el lugar de trabajo, la protección social y la participación en las decisiones que afectan a sus vidas.

Se trata de ver las realidades de las trabajadoras sexuales tal y como son, no de cómo nos gustaría que fueran.

Tenemos que comenzar por aceptar que el trabajo sexual es un trabajo. Es sorprendente ver cómo le cuesta a la gente reconocer que las trabajadoras sexuales se ganan la vida proporcionando servicios sexuales. Eso es lo que hacen. Puede ser que el trabajo que realizan les guste, o puede que no. Puede ser que hacer ese trabajo a ti te parezca bien o no. Pero que un trabajo guste o no, no tiene nada que ver con determinar que una manera de generar ingresos se clasifique como tal. Si así fuera, muchos sectores de la economía dejarían de ser «trabajo». De hecho, según una encuesta de Gallup de 2017, mucha gente odia su empleo pero eso no ha hecho que nadie se pregunte si lo que hace es en realidad trabajo.

Algunas personas argumentan que el trabajo sexual no es trabajo debido a cómo el patriarcado y el neoliberalismo lo influyen y configuran. Pero ¿podría alguna de esas personas nombrar un solo aspecto de nuestras vidas que no se vea influido por el patriarcado y el neoliberalismo?, ¿deberíamos entonces erradicar otros aspectos de la vida afectados tales como el matrimonio o las relaciones de pareja? ¿acaso podemos hacerlo?

En lugar de luchar por la criminalización del trabajo sexual o simplemente debatir si es o no trabajo, invito a quienes quieren erradicarlo a centrarse en eliminar las condiciones que lo convierten en la mejor alternativa de subsistencia para tantas mujeres.

Justo al final de uno de los grupos de discusión con trabajadoras sexuales en España, una de las participantes me preguntó: ¿alguna vez has pensado en ejercer como trabajadora sexual? No pude responder con un simple sí o no. Ser trabajadora sexual nunca ha estado entre mis mejores opciones de trabajo, por lo que por ahora no he tenido que considerar los pros y contras para tomar una decisión. La mujer que me hizo la pregunta no puede decir lo mismo.

Tenemos que retomar el debate, pero esta vez escuchando lo que las trabajadoras sexuales tienen que decir y centrando la atención en sus derechos humanos.