Día del amor y la amistad con adolescentes: Sexo y prevención de embarazos

conversaciones sobre sexualidad entre mujeres adolescentes

Compartimos una nota sobre una de las tantas actividades cotidianas de Brigada Callejera, mujeres y hombres que sin un presupuesto y como oficina la calle, dejan un día de trabajar para, sin cacarearlo ni buscar reflectores y menos un boletín que difunda sus acciones , contribuyen en silencio con la sociedad, y sobre todo con las niñas y adolescentes para enseñarles cómo evitar un embarazo no deseado, cómo usar los preservativos, los anticonceptivos, cómo las pueden enganchar para meterlas a la prostitución y porqué escuchar a sus padres, los únicos que, les dijeron siempre buscarán su bien...Les hablaron a "calzón quitado" sobre sexo, riesgos, sus experiencias, temores, sueños, bueno hasta del amor... (Colaboración especial de Socorro Valdez Guerrero de "La Voz de Villa Radio" del FPFVI - UNOPII)

SERVICIO A LA NIÑEZ

Ellas no eran tan mayores, aún sus rostros reflejaban lozanía y juventud. Tampoco lo que se dice de ellas. Es más, aportaban sin que nadie lo supiera su experiencia a la niñez, a la juventud, a las mujeres en riesgo.

Tan sólo tenían siete años más que aquellas, pero su trayectoria sexual y de la vida, toda forjada en las calles, en su trabajo como sexoservidoras en La Merced, les daba la calidad como para alertar a las inexpertas a no caer en las garras de la prostitución, de hombres que sólo buscan sexo o embarazarlas.

Eran cuatro las maestras, cuatro trabajadoras sexuales, que con la dignidad que les dicta el corazón, les decían a las pequeñas de 12 a 16 años de edad, cómo era la vida real.
Dejaron por un día las calles de Manzanares, Soledad y Corregidora, para aportar sus conocimientos a la inocencia, para abrirles los ojos y evitar que las piedras del camino les trunquen su vida.

Les expusieron en unas horas la vida real. La que ellas mismas han padecido con todos los riesgos a su edad. Les hablaron de sexo, del matrimonio, del aborto, de los anticonceptivos, de los hombres y hasta del amor.

Sentadas frente a frene. Las mayores –Merida, Judith, Alma, Jade y otras más- encabezadas por Elvira Madrid, presidenta de Brigada Callejera, Apoyo a la Mujer, “Elisa Martinez” A.C. les advertían a las pequeñas los peligros –el embarazo- es lo de menos, les decían.

Ser “enganchadas” para someterlas a la prostitución, yo lo viví cuando tenía su edad. Me enamoré de un joven y me llevó a esto –prostitución-, decía sin tapujos, con la seriedad que tiene el caso, Jade.

Es un peligro irse con un hombre que no conocen por huir de su casa.
Eran todas, a sus sólo 19 años, unas expertas en complacer hombres, pero también en abrir su corazón, en enseñarles a esas niñas el valor de ser mujeres, de ser madre.

Nadia se los demostraba con vehemencia. Cargaba a su pequeño y a la vez les hablaba de los riesgos pos embarazo. Hay que afrontar una responsabilidad, les decía. El amor, insistía no es eterno. No se escapen con los hombres, primero trátenlo, porque nunca terminas de conocerlos. Yo amo a mi esposo, pero no me gusta cómo me trata.

Los ojos de las niñas se desorbitaban, sus mejillas rosas, tornaban rojas, cuando les hablaban de sexo. Alma –otra joven sexoservidora- entró al quite y les habló del amor. Desnudó su homosexualidad ante ellas, pero no porqué comenzó muy niña su sexualidad.

¿El amor es eterno? Interrumpió Elvira para preguntarles. ¡Sí! Dijeron las pequeñitas –No afirmó Nadia; es pasajero, reviró Jade-. Yo, llevo cuatro años drogándome, precisó Alma. Tengo un hijo, y gracias a Dios y a mi Santa, no salió con problemas.

Me enamoré de otra mujer. Me bajó el cielo, las estrellas ¡Y los calzones! Bromearon; le di todo –continúo Alma- y se iba y regresaba, hasta que me dejó. Me drogué más. Le entregué años y ¡El culo! Y se fue con otro, ahora, primero es mi hijo, después mi hijo, y al último mi hijo.
¡Vivan la vida, disfrútenla! Porque después se arrepienten, no sólo es abrir las patas, coincidieron todas.

Yo no viví nada. En mi casa me presionaban y me fui con uno que creía amar. Él me dijo que me mantendría, y miren donde estoy, me puso a trabajar en la calle, ahora ya me gustó, no es el mejor trabajo, pero me da para comer, para vestir a ustedes ¡Les falta vivir! Están muy chicas, estudien, hagan caso a sus mamás, insistía Jade.

A mí también me vieron la cara a su edad, pero nadie me orientó. Me trajeron de Oaxaca, he abortado dos veces, ahora otra vez estoy embarazada, pero quiero formar una familia. Por eso ustedes que son morritas ¡Fíjense bien con quien se van!

Era una vecindad vieja, en cuyas paredes retumbaban los testimonios, las malas experiencias, las alertas de aquellas mujeres que abrían su corazón, sus sueños, sus dolores.
De mujeres que eran un ejemplo para aquellas autoridades de salud, porque daban lecciones a otras pequeñas para que su vida no fuera como la de ellas. Mujeres que son las que extorsiona la policía; las que delegados cazan en operativos, que la sociedad denosta, que la iglesia critica, y que muchos abusan o se espantan de ellas.

Eran mujeres que sin un presupuesto y como oficina la calle, dejaban un día a los clientes para, sin cacarearlo ni buscar reflectores y menos un boletín que difundiera sus acciones, contribuyen en silencio con la sociedad. Con la niñez de aquel barrio de la Merced.

Les enseñaron cómo evitar un embarazo no deseado, cómo las pueden enganchar para convertirlas en sexoservidoras; cómo usar anticonceptivos y hasta cómo los preservativos.
Porqué escuchar a sus padres, los únicos que, les dijeron, siempre buscarán su bien. Les hablaron a "calzón quitado" sobre sexo, riesgos, experiencias, temores, sueños y amor.
En aquel cuarto con las imágenes del subcomandante Marcos, les refirieron los peligros de un aborto, del uso indiscriminado de la pastilla de emergencia, pero también sobre la responsabilidad que deben tener cuando han decidido ser madres.

A aquellas, pequeñas de mejillas sonrosadas, se las pintaron de rojo, sólo cuando con órganos femeninos y masculinos de latex, les mostraron en vivo cómo usar el condón femenino; cómo el masculino, y hasta cómo lograr, que ante la resistencia natural del hombre a la protección de la “envoltura”, puedan convencerlo para ponérselo.

Les dieron sus estrategias de mujer, de trabajadora sexual. Elvira, fue más elocuente y precisa. Les mostró como poner el condón con los pechos y la boca. ¡A esto -les advirtió- no hay quien se resista!

Luego, se fue a la crítica alusiva del programa en las escuelas secundarias para aprender una responsabilidad- si se embarazan, hay que cambiar pañal, dar de comer, atender el llanto. A un muñeco, les precisó, si no le hacen todo eso, no pasa nada.

Por eso, insistió Jade –con el respaldo de las otras tres- aprendan a decir ¡NO! Porque cuando te embarazas, te mandan a la chingada, sólo nos utilizan para tener sexo. Ustedes entregan el corazón y a ellos, les vale madre.

Eso fue un día con Brigada Callejera, organización que no vive del presupuesto gubernamental ni el apoyo partidista, que no comercializa el amor, que no impulsa un “Día de San Valentín”, pero que hace labor en la calle, igual que aquellas mujeres que diariamente se enfrentan al menosprecio social.

(Socorro Valdez Guerrero)