Trazos sobre Jaime Montejo: los caminos de la vida

Trazos sobre Jaime Montejo: los caminos de la vida

El pasado 5 de mayo, Jaime Montejo murió víctima de covid-19. El autor de este texto recorre el activismo del cofundador de la Brigada Callejera a favor de las trabajadoras sexuales y las poblaciones callejeras, un trabajo que permanece después de su partida

Braulio Hidalgo y Costilla

Sabes, una vez le conté a Jaime, que conocí a Marta, de Santa Martha en Colombia. Dormí en su casa dos semanas la primera vez. El mismo día que llegué, fuimos con lxs callejerxs a verlos y darles de comer.

Doña Marta era del M19 y conocía a Jaime. Fue una larga plática de horas, días y siempre continuamos al vernos la conversa.

En esa plática que tuve con Jaime, le conté y se emocionó y no la recordaba bien. Lo más loco es que tanto Jaime como Marta nunca estuvieron de acuerdo con la entrega de las armas por entregarlas, acto que desembocó en la constitución actual de Colombia. Y ambos trabajábamos con poblaciones de la calle. Marta sabía de Brigada Callejera antes de que le contara de Jaime dónde estaba.

Hilos sobre Jaime.

El mundo es así de corto y largo. El tiempo no existe, al menos no como lo conocemos.

Cómo enterrar a tus muertos sin poder abrazar, ni reír o cantar como uno quisiera en tiempos de covid-19, donde justo lo que importa es no morir contagiado por la vorágine de lo que se nos presenta como crueldad, odio y negación. Nunca tuve que haber pasado, Jaime no murió el Estado lo mató, reza un cartel que ha circulado en redes en estos días grises en Ciudad de México.

Pensé que nunca me lo iba a preguntar, a quién se le ocurrió, o cómo llegó a la conclusión el escritor de Medellín Jorge Franco, cuando escribió su novela Rosario Tijeras y se dedicó a narrar cómo hacer que los muertos no mueran sin morir así no más pese a todo el dolor, venga de donde venga. Y cómo seis años después el cineasta mexicano, Emilio Maillé le dedica más de 20 minutos a una secuencia que buscó quedar en el tiempo y honrar a los muertos pese a todo, como lo narró en su novela Jorge Franco. Y lo expreso ahora no sólo por el origen de Jaime, con sus dos matrias y sus contradicciones de joven como él contaba, sino porque pese a todo Brigada Callejera ha hecho lo que tenía que hacer para que morir no fuera el morir que nos acongoje (que a la distancia me ha dolido tanto) en orbituarios y sonrisas mustias; sino hacer que viva Jaime pese a la muerte en plena Ciudad de México y el confinamiento, conviviendo con la covid-19 en las calles de siempre.

Jaime es un nombre muy común en Cali, Colombia; ciudad donde nació Montejo en 1964. La distancia es lo más certero que tiene uno cuando se va, y el tiempo es apenas una cortina que disimula nuestra historia en donde nunca fuimos y, como un altar permanente, el país que nos cobija termina siendo nuestro propio augurio para lo que hacemos. Así Jaime, al dejar una arma larga en las urbes colombianas, decide como algunos de su generación no volver o quedarse en México. ¿Y qué era lo que pasaba en la década de los ochenta con la guerrilla del M-19? Es sin duda una pregunta que tiene varios caminos, tal cual como lo dice la clásica canción colombiana de Valledupar sobre Los caminos de la vida, y las calles, una lucha por los derechos de las y los trabajadores sexuales fue al final la tumba para Jaime.

Nadie va negar que el trabajo de quienes luchan para que la gente deje las calles -no es una oferta ni condición a nada- es una lucha de vida que, muy probablemente miles de personas nunca van a entender. Jaime Montejo junto con su compañera de vida Elvira y fundadores e integrantes de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez no abandonaron las calles para pelear que se respeten a las y los trabajadores sexuales afectadxs por la pandemia mundial del covid-19.

El 5 de mayo, la Secretaría de Salud reportó 2 mil 507 muertos por covid-19. A las tres de la mañana moría Jaime. A las 7 am, un mensaje de whats llegó a mi celular para decirme lo que, tal vez, nadie quería saber o esperábamos que no pasará.

Jaime Alberto Montejo Bohórquez escribió a finales del 2017 un texto en forma de testamento que se ha convertido en estos días en un documento citado en varios formatos en estos últimas horas, y es que Jaime, con su voz clara, entre sonrisa y seriedad, probablemente pensó en la oportunidad de escribir siempre adelantado.

“Si a Elvira y a mí nos tocara rendir tributo a la tierra, el centro de atención de Corregidora deberá seguir estando al servicio de la dignificación de las trabajadoras sexuales”.

Diez días han pasado de su pérdida y la comida, el trabajo en calle y la lucha por parte de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer no cesa.

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