El calvario de Jaime Montejo, el activista por los derechos de las trabajadoras sexuales que murió por COVID
El calvario de Jaime Montejo, el activista por los derechos de las trabajadoras sexuales que murió por COVID
Animal Político
Alberto Pradilla
Animal Político6 de mayo de 2020
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Jaime Montejo, activista social de 56 años, murió a las 3:40 de la madrugada del martes 5 de mayo. Al fallecer estaba solo, como obliga la COVID-19, postrado en la cama 34 de la Torre Quirúrgica del Hospital General de la Ciudad de México. A esa misma hora, atrás de Revolución, algunas de las trabajadoras sexuales a las que Montejo había apoyado con la Brigada Callejera dormían en la calle porque los hoteles cerraron y ninguna administración les ha encontrado una alternativa.
Esa fue su última lucha: tratar de dignificar las condiciones de vida ante la pandemia de uno de los sectores de la población más vulnerables.
“En la zona no ha habido un caso de COVID-19, pero el contagio tuvo que ser en la calle porque no hay otro lugar”, explica Arlen Palestina, integrante de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez. Ella fue la encargada de recoger el cuerpo de Jaime del hospital y trasladarlo al panteón Cipreses, en Naucalpan, estado de México. Atrás quedaba una semana de ingreso y un peregrinaje de centro médico en centro médico buscando alguno que pudiera atenderlo.
La última semana de Jaime Montejo es el ejemplo de un sistema sanitario golpeado y con graves dificultades para atender a la población enferma de coronavirus.
Según explica Daniel Soto, sobrino del fallecido, su tío comenzó sentirse mal hace ya algunas unas semanas. Sin embargo, achacó los síntomas a una gripa. “Tomó sus medicamentos y ya”, dice. Pero el virus es impredecible. Y a Montejo le atacó los pulmones de un día para otro. “Fue muy rápido”, dice su sobrino.
El lunes 27 de abril, el activista no aguantaba más. En el coche, Jaime Montejo, su esposa Elvira Madrid y Daniel Soto. Son las once de la mañana y comienza un largo calvario que terminará en el punto de partida y sin lograr que un hospital lo atienda. Pasarán por cinco centros médicos y regresarán a casa exhaustos y con la salud de Montejo deteriorándose.
Aquel día, la Secretaría de Salud detectó 15 mil 529 contagios y mil 434 fallecidos. La fase 3, la de los contagios generalizados, se había declarado seis días antes.
“Empezamos como a las 11 de la mañana. Llamamos a 15 hospitales privados que aparecían en la página de la Ciudad de México. En ninguno nos podían atender”, dice Soto. Apenas han pasado unas horas desde que Montejo fue enterrado en un panteón de Naucalpan, Estado de México. El sobrino es una de las personas que estuvo en el entierro, celebrado apenas doce horas después del fallecimiento del activista. Horas antes, en metro Revolución, el lugar en el que la brigada instala diariamente un comedor popular para trabajadoras sexuales, se había celebrado un acto de despedida.
“El primer hospital al que fuimos fue el Ángeles. No cobraban la valoración pero no tenían pruebas ni posibilidad de hospitalizar. Nos dijeron que necesitaba hospitalización urgente”, dice Soto.
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De ahí, los tres se desplazaron al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). “Lo dejaron ahí sentado, entre dos horas y media o tres horas. Nadie le hacía caso y él se encontraba mal”, explica.
En ese momento, el activista todavía caminaba por su propio pie, pero le costaba trabajo.
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