“Angie blue”, un año de estar orillada al sexoservicio por la pandemia

“Angie blue”, un año de estar orillada al sexoservicio por la pandemia

Erika Flores

“Que sexo ni qué nada, yo lo que necesito es dinero” afirmó una trabajadora sexual a sus compañeras. Quedó atrás un año de la pandemia por covid pero eso no le importa a los pagos de todos los meses. “Esos no saben de pandemia, las cuentas siguen llegando”, dice. Por eso continuó promocionándose vía Whatsapp con sus clientes y en su cuenta de Twitter, aunque en el estado donde trabaja -Chiapas- lo más común es la mensajería por celular. Dice que es más directo y más rápido con los clientes, en comparación con Twitter que es más para uno que otro cliente de provincia.

“¡Coño!”, relata vía telefónica a La Silla Rota. “La crisis esta del nabo, pero prefiero estar aquí que en mi país de origen”, dice sin nombrarlo porque desea mantener su privacidad; solo refiere ser una mujer centroamericana que reside en el sur de México como trabajadora sexual, por necesidad.

“Mira que soy buena onda por no cobrarte por esta entrevista. Es que ustedes creen que a nosotras nos gusta platicar del trabajo con un café en la mano, de cómo nos va en la vida como sexo servidoras, trabajadoras sexuales, o prostitutas ¡Me da igual cómo nos digan! No piensan que nuestro tiempo vale dinero, lo mismo para tomar café que para platicar o vender placer. Así que apúrale con tus preguntas porque voy contra reloj”, pide.
CONDÓN SÍ… CUBREBOCAS TAMBIÉN

“Angie blue” como se hace llamar entre amigas y clientes, sobrevivió económicamente a la pandemia porque decidió trabajar con cubrebocas si los encuentros con sus clientes eran físicos. Y describe que en esa entidad los únicos con dinero son funcionarios de gobierno, migración, comerciantes y uno que otro migrante, aunque éstos últimos suelen reagatear el precio de su ‘amor’. “A ellos les dije: Papacitos tendremos que coger sin besitos y de lejitos. De rapidito y con cubrebocas, al fin que lo que les gusta es de ‘perrito’ ¿no?”.

El “coronasutra”, dice, fue parte de las primeras comunicaciones que difundieron entre ellas.

De 600 pesos la hora, ajustó su tarifa a 300 por 30 minutos o bien, por 10 minutos en videollamada. “Hubo quién sí pagó; pero la verdad es que muchos, aunque traían dinero, lo guardaban porque aquí nada más van de paso para el norte. Pero tienen sus necesidades y ahí es donde una se tiene que ajustar al cliente, como traje a la medida”, relata.

Los días de confinamiento obligado -a falta de clientela, no por la pandemia-, trabajó desde casa. “Si es por videollamada basta con que les enseñes las ‘chichis’ y un poquito de nalga, unos besitos por aquí, te bajas tantito el calzón, te quitas la poco que traes, los calientas con palabritas que quieren oír y tan tan. Si pagan un poquito más chance y hasta finges que te masturbas, gimes tantito, les vendes una fantasía y el que sigue”.

Sus ingresos disminuyeron a casi la mitad. Apenas salió para la renta y algo de despensa; una iglesia local la apoyó ocasionalmente con un poco de arroz y frijol, galletas o harina; pero nada más.

Mientras en la CDMX colectivos de trabajadoras sexuales se reunieron y lograron donativos de despensas básicas para sus integrantes, en el sur del país esto no ocurrió; quizás porque allá la pandemia no pegó tan duro: Chiapas permaneció la mayor parte del tiempo en semáforo amarillo y verde. No obstante, la organización “Brigada Callejera” reportó la muerte de 30 sexoservidoras y muchos contagios. Otros datos no oficiales señalan que no todas pudieron hacerse pruebas de coronavirus, otras no acudieron a hospitales a tratarse y así como unas se curaron otras fallecieron.

Por eso “Angie blue” piensa que, con o son coronavirus, las jovencitas habrían salido a trabajar. “¡Éramos muchas! De por si el estado esta jodido, entonces las chamacas se quitaron las calcetas y se vistieron de mujeres, o de ‘putitas’ como les dicen por acá. Carne joven ¿Cuándo vas a competir con ellas? ¡Está cabrón! Si yo con mis treintas la libro, pendeja estaría si no supiera que no puedo competir con una de 13 años menos. Entonces ¿qué haces? Pues la pones más barata y ahí es donde la cuña aprieta. Pero no por eso le pones el pie a las nuevas porque, al fin y al cabo, todas estamos aquí por necesidad, por hambre, porque en nuestras casas hay gastos y falta dinero”.

La sobre oferta de trabajo se notó más en zonas de bares y cantinas así como algunas zonas donde es permitido el oficio más antiguo del mundo. “Yo la verdad es que no me acerque a las zonas de tolerancia, allá hay mucho policía y cuando ven que no eres de aquí te agarran de bajada y terminas besándoles el pito de a gratis. Así les ha pasado a algunas conocidas, por eso no te sé decir qué pasó por allá”.

Hay más preguntas, pero lo que ya no hay es tiempo. “Y bueno, hasta aquí la platicada. Cuando quieras que te cuente más me mandas un Whats pero ya te va a costar, porque te digo que los gastos están fuertes. Te ayude por buena onda (y ríe) pero también para que la gente sepa que no todo es como se imaginan: somos seres humanos y tenemos gastos, vivimos al día. No vendemos el coño por gusto chula, sino porque no tenemos otra cosa que vender. En un lugar tan jodido como este, donde pagan poco por un empleo de ocho horas, prefiero ganar un poco más quitándome la ropa. Y nada más de pilón te digo: es preferible estar aquí así, que regresarme a mi país”.

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