Crónicas urbanas / Le tatuaron el precio en su brazo
Humberto Ríos Navarrete
Es la ruta de siempre. Así lo confirman recientes indicios. Y Tlaxcala es la matriz donde florece el negocio de la trata. Es el punto de partida y sus apéndices. De ahí a Veracruz y de regreso a Puebla. Y Ciudad de México es quizá el principal punto de convergencia. La pandemia no ha sido obstáculo para los criminales y cómplices. Esta vez uno de los traficantes, que anda libre, viajó a una conocida localidad veracruzana y ahí engatusó a una de sus víctimas. Es una joven con retraso mental. De esta situación se enteraron, como muchas veces ha pasado, integrantes de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, un colectivo —ahora sin su comandante Jaime Montejo, como le decían—, que anda a la caza de padrotes y madrotas y también asesora a víctimas, muchas de las cuales viven bajo amenaza en calles y hoteles de La Merced, calzada de Tlalpan y Puente de Alvarado. La cadena de explotación incluye a familiares de mafiosos. O es lo que a veces simulan. Así sucedió en este caso. —Manito, estos desgraciados le pusieron la tarifa de 270 pesos en el brazo, porque ella no puede hablar bien— se indigna Elvira Madrid Romero, dirigente de Brigada Callejera. Y ahí está la foto: “Cobro 270”.
La Jarocha fue traída por el tratante con la promesa de que se casarían, pero antes de llegar a Ciudad de México —en el transcurso del viaje ella sufrió el desengaño del supuesto enamorado— la obligó a trabajar en Puebla, aunque no de empacadora en una tienda ni de mesera, como ella pedía, sino prostituyéndose en un hotel, donde una supuesta hermana del delincuente la vigilaba y le quitaba el dinero que obtenía. —¿Por qué le dabas el dinero a Lucero?— le preguntaron. —Porque me decía que tenía que recogérmelo para mandárselo a su hermano— respondió. —¿Cómo le daba el dinero Lucero a su hermano? —Yo sabía que se lo depositaba en el banco, pero nunca vi cuando se lo depositaban porque me dejaban encerrada en el hotel. *** Solo como un paréntesis habrá que mencionar a Jaime Montejo, inseparable compañero de Elvira, quien murió hace 15 meses, pues no resistió los embates del virus; ella, en cambio, lograría sobrevivir para seguir en la batalla contra la explotación sexual; y es así como, seguida de otros integrantes del colectivo y con el luto a cuestas, continuaría ofreciendo ayuda a víctimas, siempre en un ambiente de riesgo, pues sabe que en cualquier esquina puede aparecer un depredador, como ha sucedido en los recientes meses, porque los criminales no descansan. Fue lo pasó con La Jarocha. Y otros casos. *** El pasado 14 de junio, a eso de las 20:15 horas, Elvira Madrid Romero supo de La Jarocha y activó las alertas entre quienes participan en programas de prevención de salud, de derechos humanos y de VIH. Ese día Elvira recibió una llamada telefónica. Le avisaban que en el hotel Veracruz, ubicado en avenida Circunvalación, casi esquina con Corregidora, alcaldía Venustiano Carranza, una chica era golpeada por otras mujeres que la obligaban a prostituirse. Hasta el lugar recalaron integrantes de Brigada Callejera. Pero supieron que esa misma noticia había llegado a orejas de padrotes y madrotas, quienes, según el runrún, ya se apiñaban para impedir que se llevaran a la muchacha, por lo que activistas de Brigada aceleraron el rescate, y entonces pudieron trasladarla instalaciones del colectivo. La liberación estuvo a punto de fracasar, pues dos mujeres, parientes del padrote, del que recibían órdenes por teléfono, trataron de impedirla, pero al final las activistas lograron su cometido y de paso fotografiaron a las presuntas delincuentes; de esa forma quedaba un registro de quienes además de golpear le quitaban lo recaudado a la muchacha. Trabajadoras sexuales del rumbo habían corrido la voz de lo que podría considerarse un caso de esclavitud sexual, ya que la mujer vivía bajo amenaza y era apaleada, y como prueba de lo ocurrido esa noche fueron los gritos de quien, ya en las oficinas de Brigada Callejera, narraría el suplicio. Fue ahí donde Madrid Romero se percató que La Jarocha no sabía leer ni escribir. “Es una mujer que no sabe ni su fecha de nacimiento, aunque refiere tener 23 años de edad”, declaró la activista, quien supo de la víctima que hace seis meses conoció al sujeto que le prometió casorio. Pero en vez de cumplir con su palabra al llegar a Puebla, ahí mismo la obligó a prostituirse, y dijo que tenía poco de haber llegado a Ciudad de México, y que el sujeto la hospedó en el hotel Veracruz, donde la “cuidaba” una supuesta hermanas del explotador sexual. Otra mujer, oriunda de Cuautla, Morelos, la vigilaba para que reportara la cuenta de los servicios sexuales que prestaba la veracruzana. En ese momento fue cuando ella narró que con plumín de tinta negra le marcaban un letrero en el antebrazo derecho: “Cobrar 270”. Y en el antebrazo izquierdo, la misma persona, inscribió dos números telefónicos, “para en caso de que se llegara a perder”, según ordenó el traficante, quien meses atrás la había llevado a un hospital en Puebla para que le implantaran un anticonceptivo subdérmico en el brazo izquierdo. La víctima quedaría en el albergue de la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México, “a fin de que sea resguardada y protegiendo su integridad y continuar con su atención y asistencia”. Los padres fueron localizados en una comunidad de pobreza extrema, situada al sur de Veracruz, hasta donde un día llegó el tratante que se hizo pasar por trabajador de la industria de la construcción y prometió casarse con aquella muchacha que sería atrapada por una red de prostitución.
El caso de La Jarocha y otros temas se ventilaron anteayer, día viernes, durante el 24 Encuentro Nacional de la Red Mexicana de Trabajo Sexual, denominado “Ni perdón ni olvido, el Talón en pie de lucha”. La sede de Brigada Callejera, ubicada en la calle de Corregidora 115, colonia Centro, estaba repleta de asistentes. En la reunión expusieron, de acuerdo a una relatoría de Elvira Madrid, “muchas denuncias por parte de las trabajadoras sexuales, cisgénero y transgénero, porque no han recibido apoyo económico ni de ningún tipo” por parte de autoridades federales, ni estatales ni municipales. Lo que autoridades han hecho, en cambio, es “extorsionarlas con que tienen que sacar una tarjeta de control sanitario que les venden, y que cada semana deben pagar una revisión ginecológica que no les hacen, pero sí se las cobran…” Otro asunto, comenta Madrid Romero, fue el incremento de cobro de piso por parte de la delincuencia, el aumento en todo el país del 30 por ciento en la trata de personas, el retraso en indagatorias sobre denuncias contra padrotes y madrotas. La dirigente de Brigada Callejera informó sobre la denuncia contra una banda de golpeadores motorizados que aterroriza a transexuales sobre la Calzada de Tlalpan, con el pretexto de cobrarles derecho de piso. Y otros pendientes. Como el caso de La Jarocha.
https://www.milenio.com/opinion/humberto-rios-navarrete/cronicas-urbanas...
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