Tlalpan: navajazos nocturnos
Humberto Ríos Navarrete
La Chiapaneca tiene cicatrices de navajazos en diferentes partes del cuerpo. Fue lo más reciente que recibió de La Silvana, una mujer trans, igual que ella, quien la extorsiona desde hace varios años. La agresora entra y sale de la cárcel, pero esta vez quieren que no quede libre, pues aterroriza a más sexoservidoras; algunas, sin embargo, prefieren el silencio, mientras otras decidieron testificar sobre el pánico que ejerce.
Y ratificaron sus denuncias para que la Fiscalía de Investigación por fin ordenara su aprehensión, por lo que Silvana fue capturada; pero tuvieron que pasar varios meses. La victimaria, mientras tanto, lanzaba amenazas, pues alguien le había filtrado que las denuncias se acumulaban en su contra. Entonces, asesoradas por la organización Brigada Callejera y acompañadas de un abogado, ampliaron sus declaraciones.
Fue lo que sucedió con La Chiapaneca, quien conoció a La Silvana hace 15 años. Desde entonces le exigía dinero. La extorsionadora llegaba a partir de las once de la noche. “Siempre lo hace cuando estamos solas y ve que somos presas fáciles”, declaró. “La última vez que me pidió dinero —dijo el 12 de julio de 2021— fue el 15 de mayo a la 01 de la mañana; ese día me agredió físicamente y me robó mi celular, mi peluca y dinero”.
Las denuncias se desgranan en contra de La Silvana. “Le daba dinero a diario para evitar que me molestara y me pegara y yo pudiera seguir trabajando en mi punto desde hace 15 años”, añade La Chiapaneca. “Desde entonces me pide dinero de lunes a domingo; son cien pesos para poder trabajar y pararme en el punto, más cincuenta para la copa”.
La Silvana mostraba el puño cerrado; era la señal de que había llegado y le iba a pegar, para luego exigir el derecho de piso. Pero no solo extorsionaba a La Chiapaneca, sino a otras de sus compañeras, que prefieren guardar silencio ante las amenazas, como sucedió con la mujer del sureste, cuando la agresora se dio cuenta que la había denunciado.
“A los ocho días de que hice la denuncia, La Silvana va a mi punto y se me queda viendo; no me dice nada, pero me intimida con su mirada y sus acciones. También quiere entrar a mi casa para quedarse y molestarme”, añade La Chiapaneca. “Por todo esto temo por mi integridad, porque ya me ha agredido en más de cinco ocasiones desde que la conozco…”.
La Silvana, quien siempre iba acompañada de cómplices para reforzar sus bravatas, amenazas y golpes, no solo siguió extorsionando a La Chiapaneca, quien se negaba a beber alcohol con ella y aquella la tachaba de “india” por “no socializar con ella”.
Testigos tuvieron que reforzar sus denuncias contra la madrota que aterrorizaba en Tlalpan, ahora en la cárcel, pero entre la comunidad hay temor de que por enésima ocasión salga libre.
Sus cómplices no pierden el tiempo y presionan para que retiren las denuncias e incluso han llegado a oficinas de Brigada Callejera, donde Elvira Madrid es inflexible ante tal petición, pues su organización asesora a víctimas.
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En la oficina, mientras disfruta un bocadillo, después de un día agitado en sus quehaceres de activista, Elvira Madrid Romero habla con indignación sobre las agresiones y explotación que sufren sexoservidoras, muchas de ellas transexuales originarias de regiones marginadas del país como Chiapas, Guerrero y Morelos, donde algunas han sido enganchadas.
En el caso de La Chiapaneca, quien “apenas tiene para comer”, según su testimonio ante Brigada Callejera. “Pero toda la vida están cobre, cobre y cobre, y cada vez quieren más dinero”.
La víctima, de 35 años, comenzó como sexoservidora a los 14 de edad.
—¿Cómo llega con ustedes?
—Llega muy golpeada. Estaba trabajando en la noche y la agresora la golpeó porque no tenía dinero para darle, ya tenía una semana que no trabajaba. Y aquella le dijo: “¿Ah, no?” y entonces saca una navaja y la tasajea. Tiene todo marcado. Y no era la primera vez.
—Y entonces llegó con ustedes.
—Sí, esperó a que amaneciera y fue a la oficina, al consultorio, y dijo: “Mira, me golpearon”. Ella ponía demandas y no le hacían caso. Tenía años de eso. Ni siquiera le abrían las carpetas de investigación.
—¿Y en dónde se quejaba?
—Iba al Búker —oficinas de la Fiscalía General de Justicia—, donde le decían que se dedicara a otra cosa. Entonces llega con nosotros golpeada y ensangrentada y yo les digo a los abogados que la acompañen.
—¿Hace cuándo llega?
—Hace seis meses y apenas agarraron a la agresora, y eso porque ya había golpeado a cinco más.
—La golpea y la navajea.
—La tasajea y la golpea a más no poder y es cuando nosotros hacemos más presión con las autoridades, haciendo mesas de trabajo con la Fiscalía General de Justicia para ver por qué no le daban seguimiento a las denuncias.
—¿Y la golpeadora?
—Fue trabajadora sexual trans y después se dedicaba a extorsionar y golpear. De hecho un día hablaron en la madrugada para decir que había golpeado a otras tres chicas, también trans, y fue cuando los abogados se movieron para que se integraran esas denuncias.
—¿Lograron convencer a las demás?
—Con miedo y todo, sí, porque estas personas trabajan con otras que ingieren droga y alcohol, y al estar así, no les importa meterles cuchillo, hacerles lo que están acostumbrada.
—¿Qué significa que ahora hayan aprehendido a la agresora?
—Es un mensaje para las que cobran, cabronas, hijas de la chingada, que viven a costilla de las que ejercen el trabajo sexual.
El abogado Daniel Soto, por su parte, dice que primero la denuncia se hizo ante la Fiscalía en Materia de Trata de Personas, pero les dijeron que era un delito de extorsión, por lo que pasaron la carpeta a quien casualmente había sido su compañera en la Facultad de Derecho, que integró la carpeta con la entrevista de otras compañeras de la víctima y un testigo.
Y es cuando a principios de este mes, febrero, giran la orden de aprehensión contra La Silvana, quien fue detenida y conducida al Reclusorio Preventivo Oriente, donde la vincularon a proceso.
—¿Por qué hicieron la denuncia ante la fiscalía de Trata?
—Porque la acusada también se encarga de traer a chicas de Chiapas y de Guerrero y las pone a trabajar ahí —recuerda Soto.
—¿Y ahora cuál es el diagnóstico?
—Se le va a consignar no por trata, sino por extorsión.
—Pero también hay lesiones.
—Sí, pero son menores, dicen, porque tardan quince días en sanar y no se las toman en cuenta.
—Pero ya ha estado en la cárcel.
—Sí, pero ha sido por robo y solo dos años, unas cuatro veces, porque ella también se dedicaba a robar a los clientes.
—¿Y por extorsión es más grave?
—Sí, porque se le pudo encuadrar. Incluso más o menos nos iban a dar el cálculo de lo que les quitó a ellas dos, nada más, en todos los años que llevan: 400 mil pesos. Sólo descansaban de ella cuando entraba al reclusorio por el delito de robo, que es poco tiempo. Pero nada más salía y les volvía a cobrar y les pegaba.
—¿Por qué tanta impunidad?
—Tenía pacto con algunos policías, porque ya la habían agarrado por pelearse con otra chica, pero la dejaron ir. Eso debe tener unos tres meses.
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Es originaria de Veracruz y frisa los 29 años, de los cuales 18 tiene de ejercer el trabajo sexual sobre calzada de Tlalpan, donde La Silvana exige dinero, de lo contrario “me arrastra muy feo”. Desconoce cuánto exige a las demás, “sólo sé que les pide dinero y para la copa”. “A veces va con otras personas y agrede a mis compañeras”.
La veracruzana tiene 18 años de conocer a La Silvana “y desde entonces ella es muy agresiva; les roba a todas las chicas que están trabajando, les pega muy feo y las corre de sus puntos; a mí varias veces me pegó, me ha robado muchas cosas, pero como yo ya no me dejo, ya no me hace nada”. A las otras chicas, en cambio, “les pide dinero, pero si no les dan, se las madrea, es bien cabrona. Es bien loca y más cuando está borracha”.
Así fue la noche de los navajazos.
https://www.milenio.com/opinion/humberto-rios-navarrete/cronicas-urbanas...
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