Ámsterdam y los burdeles
Revista Nexos
1 SEPTIEMBRE, 2014
http://www.nexos.com.mx/?p=22371
Ronald Weitzer
“Ni se me ocurre que la prostitución debería ser ilegal”.
—Mujer joven, residente de Ámsterdam1
Los Países Bajos tienen mucho tiempo de tolerar la prostitución. Desde el lejano año de 1413 una ordenanza de la ciudad de Ámsterdam permitía burdeles con la siguiente justificación: “Porque las prostitutas son necesarias en ciudades grandes, y especialmente en ciudades de comercio como las nuestras —sin duda es mucho mejor tener estas mujeres que no tenerlas— y también porque la santa Iglesia tolera a las prostitutas con buenas razones, por estos motivos la Corte y el alguacil de Ámsterdam no prohibirán, en su totalidad, la existencia de los burdeles”.2
Durante los 500 años siguientes la política de tolerancia fue suspendida periódicamente a causa de escándalos, aumento del crimen o preocupaciones sobre el bienestar de las prostitutas, pero después de cierto tiempo el enfoque terminó por revertirse hacia una forma de tolerancia.3
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En el siglo XIX Ámsterdam tenía varios burdeles, los cuales incluían algunas casas de lujo con las siguientes características: “En la pequeña sala de estar eran recibidos los caballeros que no querían ser vistos por otros clientes. Cuando el cliente hacía su elección, podía retirarse a uno de los cuartos privados del primer piso. La sala de estar más grande tenía suntuosas decoraciones de espejos con pesados marcos chapados en oro, candelabros de cristal, sillones de cuero y sofás rojos, mesas de granito y un buffet… Aquí los clientes podían tomar champaña entre ellos o con las chicas, conversar o bailar. Muchas veces había un piano y las chicas cantaban. Mientras tanto, los caballeros podían elegir a una dama con la que podrían subir las escaleras entrada la noche. Con frecuencia los clientes eran caballeros mayores, casados, clientes asiduos del establecimiento. De Fonteyn en de Nieuwmarkt le ofrecía a sus clientes todavía más diversión. Aparte de ser un bar, un restaurante y un hermoso salón de baile, el burdel tenía un billar en el último piso donde, a lo largo de la noche, mujeres desnudas jugaban al pool. Los caballeros podían disfrutar de ello mientras tomaban tragos y fumaban puros. En su mayoría, las mujeres eran extranjeras [francesas] y vivían una vida triste en los burdeles de lujo. Casi no tenían o no tenían libertades personales… En muy raras ocasiones les permitían ir a la calle y sólo bajo la compañía de una cuidadora”.4
Varios pequeños burdeles estaban esparcidos en los callejones del área que hoy ocupa la zona roja central. Las mujeres buscaban clientes en las calles y los llevaban a estos burdeles. Otras prostitutas trabajaban en bares, donde obtenían un porcentaje de los tragos que bebían los clientes, y se les permitía irse a un hotel si le pagaban una cuota al cantinero —un precursor al sistema de bares que opera hoy en partes de Asia.
Los burdeles y la participación de terceros [padrotes] fueron prohibidos en los Países Bajos en 1911 y la prostitución callejera también fue prohibida en la mayoría de las zonas. La ley no se hacía cumplir de manera estricta, pero con la prohibición de los burdeles, las prostitutas hicieron la transición a bares, salones de masaje, tiendas de tabaco y sus propias casas. En el área que ahora ocupa la zona roja, algunas mujeres se empezaron a sentar detrás de ventanas con cortinas, completamente vestidas y utilizando espejos para ver a los hombres que se acercaban, quienes eran alertados con señas de mano y ligeros golpes en la ventana. Con el paso del tiempo, las cortinas se fueron abriendo gradualmente y la prostitución se convirtió en algo mucho menos clandestino. Algunas fotos de los Archivos Nacionales muestran a las mujeres sentadas detrás de las ventanas en las décadas de los treinta y cuarenta —de ahí los orígenes de la ahora mucho más visible prostitución de ventana. Para las décadas de los cincuenta y sesenta, esta zona roja se convertía en un “distrito de entretenimiento emocionante pero hogareño”, que no sólo ofrecía sexo de paga sino salones de baile y otras atracciones que le daban “gran fama internacional” a la zona.5
Para la década de los setenta algunas ciudades en los Países Bajos se habían convertido en un refugio para la prostitución y los empresarios sexuales a lo largo del país tenían una libertad considerable para manejar sus negocios, los cuales eran técnicamente ilegales. A principios de los noventa algunos gobiernos locales comenzaron a regular la prostitución a partir de visitas periódicas a burdeles y ventanas, incluso dando permisos a estos lugares —un ejemplo de legalización de facto, el régimen actual en Amberes. En los Países Bajos la legalización de facto (que también se utiliza para la marihuana) tiene su origen en el nivel local, municipal, pero también puede ser implementado por el gobierno nacional cuando, por ejemplo, el Ministerio de Justicia certifica la práctica en documentos de política pública, como en directivas a los fiscales que les explican cuándo hacer cumplir la ley y cuándo no.6 Las bases legales para esta práctica son el poder del Estado para no perseguir el delito si así lo establece el interés público. El vicio permanece prohibido, pero su persecución está formalmente suspendida por el gobierno.
En Ámsterdam los dueños de burdeles y las ventanas en los noventa eran responsables de asegurarse que sus negocios no interfirieran con el orden público, que existieran ciertas comodidades (por ejemplo, baños) y que los menores o inmigrantes ilegales no trabajaran en los lugares. La policía, ocasionalmente, vigilaba a las trabajadoras y se llevaba a aquellas que no eran elegibles para trabajar, y algunos burdeles fueron obligados a cerrar a la mitad de los noventa porque se descubrió que tenían trabajadoras ilegales.7 Sin embargo, el recién creado sistema de monitoreo era mucho más limitado de lo que es hoy en día. Como dijo en 1992 un consejero oficial de la ciudad de Ámsterdam dedicado a la política pública de prostitución: “Mientras ellos obedezcan las regulaciones y no le den empleo a menores, el municipio los dejará en paz”.8 Y la mayoría de la limitada supervisión que sí se llevó a cabo se enfocó en prostitución de ventanas en la zona roja, en lugar de los burdeles y otros establecimientos fuera de esas zonas.9
Este enfoque netamente minimalista era problemático: 1) le daba a las autoridades muy poca oportunidad de distinguir entre dueños buenos y malos, ya que, técnicamente, todos operaban de manera ilegal; 2) el monitoreo era esporádico y selectivo;10 3) los funcionarios no tenían ninguna influencia legal para obligar a los dueños a mejorar las condiciones laborales. También generó inseguridad en los dueños, quienes temían que sus negocios tolerados fuesen clausurados en cualquier momento. Como me dijo el director de una asociación de propietarios de burdeles en 1997: “Estos días tienes que invertir mucho dinero cuando tienes un club. Es una gran inversión y necesitas seguridad. Y cuando eres ilegal, mañana la comunidad puede venir y decir ‘cierren este lugar. No está [legalmente] permitido’. Y se acabó”.11 Un deseo de estabilidad y seguridad explica por qué los propios dueños de los burdeles se manifestaron a favor de la legalización en esas fechas.
La industria sexual creció de los setenta a los noventa y se convirtió en algo “tan complejo que su regulación necesitaba, con urgencia, de instrumentos más precisos, pero sus leyes existentes ofrecían muy poco”.12 Este periodo también fue uno de aumento del involucramiento del crimen organizado en la zona roja principal de Ámsterdam, el cual apareció como operaciones de drogas ilegales, venta de protección y control sobre quién podía ser dueño de bienes raíces (cafés, hoteles, casinos) en la zona.13 Una investigación gubernamental del crimen organizado en 1996 llevó a algunos esfuerzos para limpiar la zona roja, los cuales, a su vez, llevaron a propuestas de regular formalmente la prostitución.
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Una encuesta de opinión pública en 1997 reportó que 73% de los ciudadanos holandeses aprobaban la legalización de la prostitución, y 74% veían a la prostitución como un trabajo aceptable.14 Dos años más tarde, 78% de la población estaba de acuerdo con la idea de que “la prostitución es un trabajo como cualquier otro, siempre y cuando no exista coerción de por medio”.15 El Sondeo Mundial de Valores muestra que los Países Bajos son más tolerantes hacia la prostitución que otras naciones europeas (salvo Suiza) y que esta actitud de tolerancia no ha cambiado en años recientes: en los sondeos de 1990 y 2005 sólo 20% de los ciudadanos holandeses pensaba que “la prostitución nunca podría ser justificada”; en contraste, más del doble de encuestados franceses sostiene la opinión de que “nunca está justificada” —46% en 1990 y 41% en 2005— y los italianos y los polacos son todavía menos tolerantes, con 58% en cada país, en 2005, a favor de la opción de “nunca justificar”.16 La tolerancia general de los holandeses y una década de debate a mediados de los noventa (tiempo en el que la idea de una reforma legal aumentó en credibilidad) crearon un clima favorable para la legalización y culminaron en una legislación histórica que modificó el código penal en el 2000. Todos los partidos seculares votaron a favor de la ley, mientras que los partidos religiosos se opusieron.
Algo importante, no hubo grupos de intereses especiales con influencia en los Países Bajos que se opusieran a la legalización a final de los noventa, y el discurso dominante mostraba a la prostitución como un trabajo y no como una relación de dominación.17 La legislación del 2000 reconoció que las trabajadoras sexuales eran proveedoras de servicios y buscó que el trabajo sexual fuese más transparente y manejable. Al defender la ley, el ministro de Justicia declaró: “la prostitución ha existido desde hace mucho tiempo y así seguirá… La prohibición no es la manera de lidiar con ello… Se debería permitir la prostitución voluntaria. Las autoridades, entonces, pueden regular la prostitución, y ésta se puede convertir en algo sano, seguro y transparente, sin crear efectos secundarios de crimen”.18 La legislación del 2000 eliminó el involucramiento de terceros (por ejemplo, la administración de burdeles), abrió la emisión de licencias para negocios sexuales, designó a la prostitución como un trabajo (sujeto, en teoría, a leyes laborales y derechos de empleados), distinguió entre prostitución “forzada” y “voluntaria” y, en general, buscó darle poder a las prostitutas. Otras regulaciones incluyen lo siguiente:
Es una ofensa criminal participar en cualquier tipo de coerción, incluyendo engaños y amenazas, para reclutar trabajadoras o dentro del trabajo mismo. Aquellos que obliguen a un adulto a la prostitución u obtengan lucros de la prostitución con coerción de un adulto se enfrentarán a una pena máxima de seis años en prisión.
Los menores (de 18 años) no son elegibles para este trabajo. Los menores que sean detenidos no serán arrestados ni sancionados; en su lugar se les ayudará a dejar la prostitución. Cualquiera que induzca a un menor a la prostitución u obtenga lucro de la prostitución de un menor podrá ser castigado hasta con seis años de cárcel (si el menor tiene menos de 16, la sanción aumenta hasta 10 años de cárcel).
Los clientes de prostitutas menores de 18 pueden ser sujetos a penas (los clientes de menores de 16 ya eran sujetos de castigo bajo el código penal).
Junto a estos estatutos el gobierno federal ha intentado generar cierta uniformidad a lo largo del país con guías que recomiendan un sistema particular de permisos, un código de conducta para la policía y otras autoridades locales, procedimientos para identificar y ayudar a víctimas de trata y métodos para realizar verificación de antecedentes penales a dueños y administradores.19
Los ciudadanos de los países de la Unión Europea pueden trabajar en otros países miembros y esto también es aplicable al trabajo sexual en lugares en los que es legal. Un ciudadano de país que no forma parte de la Unión Europea que trabaja en los Países Bajos es tratado como un inmigrante ilegal, y los dueños de burdeles pueden perder su permiso si le dan empleo a este tipo de personas. Frente al riesgo de ser deportadas, las trabajadoras que buscan vender sexo en los Países Bajos no tienen otra opción que participar en trabajo ilegal y con mayor riesgo en establecimientos clandestinos o como operadoras independientes.
Más allá de estas normas generales y guías, la ley del 2000 delegó a los gobiernos locales la mayor parte de la responsabilidad de crear y hacer cumplir las regulaciones. Un municipio no puede prohibir que un individuo venda sexo y tampoco puede prohibir negocios de prostitución bajo argumentos de moralidad, pero los puede limitar por motivos pragmáticos. Todos los municipios grandes (con más de 100 mil habitantes) ahora tienen lugares de prostitución con licencia, pero las jurisdicciones más pequeñas no son iguales (en 2006, 31% de los municipios con menos de 40 mil habitantes tenían al menos un negocio de sexo con permiso, pero muchos pueblos pequeños no tienen tales negocios).20
Para prevenir la expansión de la industria sexual la mayoría de las ciudades ponen un tope a ese tipo de establecimientos.21
A manera de conclusiones: primera, existe un abismo entre trabajadores y negocios legales e ilegales, y los accionistas más importantes consideran al sector ilegal como un problema importante. En el sector legal, la mayoría de los propietarios se han ajustado a las nuevas regulaciones, aún cuando tienen problemas con algunas de ellas. Las asociaciones de dueños de burdeles y ventanas se sienten bajo el microscopio gubernamental y sobrerregulados, mientras que las empresas ilegales se escapan de la supervisión precisamente por ser clandestinas. Otros grupos de interés ofrecen análisis mixtos del nuevo régimen. La organización más importante de derechos de prostitutas holandesas, Red Thread (hilo rojo), considera que la legalización ha sido una mejora respecto a los arreglos anteriores, pero también quiere que haya menos restricciones y más garantías de derechos civiles y laborales. Red Thread apoya una aplicación nacional de las leyes laborales ya existentes; se opone al tope de establecimientos permitidos en una jurisdicción en favor de lo que permita el mercado; quiere una línea telefónica para que las trabajadoras reporten abusos a las autoridades y una unidad móvil que investigue la violación de derechos; se opone a los controles restrictivos de proveedores independientes y quiere que el Estado apoye a pequeños negocios que sean propiedad y sean operados por las trabajadoras mismas.22 Red Thread se opone al registro de trabajadoras y a la propuesta de aumentar la edad mínima de prostitución de 18 a 21 años.
Segunda, ¿han cambiado las relaciones laborales bajo el esquema de legalización? Las prostitutas ahora tienen derechos frente a los dueños y los administradores, pero como es común en otros lados, prefieren no ejercerlos.23 En 2004 sólo 60% de las trabajadoras sexuales sabían de la ley del 2000, y de ellas, menos de 40% la consideraban algo positivo.24 Hoy en día el conocimiento de la ley es mayor, pero las preocupaciones sobre sus beneficios siguen persistiendo. No sorprende que las trabajadoras sexuales se tarden en ejercer sus derechos. Como población estigmatizada que nunca ha tenido derechos, es riesgoso que las prostitutas de repente comiencen a pedirlos. Un cambio en su situación legal no necesariamente se traduce en empoderamiento, aun cuando las trabajadoras tienen conocimiento de sus derechos y las formas específicas de conseguir que sus clientes y empleadores rindan cuentas. Por renuencia de llevar a un dueño a juicio, las trabajadoras que no están contentas en su trabajo prefieren cambiar de empleadores. Después de una década de decriminalización, los dueños de los burdeles siguen imponiendo las reglas, y sus trabajadoras tienen poca influencia sobre las condiciones laborales. Las escorts que trabajan por su cuenta y las trabajadoras de ventana son la excepción porque no trabajan para un jefe.
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Tercera, ¿la legalización ha aumentado la cantidad de prostitución? Es difícil responder esta pregunta. El sector legal, aunque ha disminuido en años recientes, es considerado, sin embargo, como “mucho más grande” que el sector ilegal.25 Existe una creencia popular de que la prostitución ilegal ha aumentado exponencialmente en los Países Bajos desde la legalización, pero esta idea no puede ser comprobada dadas las condiciones clandestinas de este mercado antes y después del 2000. Un sondeo de 1995 reportaba que una quinta parte de los hombres holandeses (22%) había comprado sexo a una prostituta, pero no hemos visto un sondeo más reciente para determinar si ese número ha aumentado.26 Más aún, muchos clientes en los Países Bajos son turistas extranjeros que no son representados en un sondeo de hombres holandeses. Es muy posible que el número total de transacciones sexuales no haya cambiado mucho en el periodo de 20 años pre y posterior a la legalización (1990-2010), dado el enfoque de tolerancia que las autoridades implementaron desde antes de la legalización en el 2000. No obstante, la falta de datos confiables hace que sea imposible decir si ha aumentado y por cuánto. Las cifras sobre el tamaño del mercado tampoco están completas en la mayoría de los otros países que han legalizado la prostitución, pero en Nueva Zelanda el número de trabajadoras sexuales no ha aumentado desde la legalización en 2003.27
Cuarta, ¿qué tanta seguridad tienen las trabajadoras en negocios legales? Una evaluación del Ministerio de Justicia concluyó que “la gran mayoría” de las trabajadoras en burdeles legales, clubes y ventanas reportan que “casi siempre o siempre se sienten seguras”.28 Las alarmas de las ventanas casi nunca suenan en la zona roja, tal vez dos veces al mes. He escuchado alarmas en algunas ocasiones, y cada vez la policía ha llegado en pocos minutos.
Quinta, ¿qué tan grande es el problema de la coerción o el involucramiento parasítico de terceros? La “gran mayoría” de las prostitutas de ventana se asocian con un “novio o padrote”, según el gobierno,29 pero es imposible saber cuántas trabajadoras en el sector más escondido (escorts, burdeles clandestinos) tienen padrotes. Se ha reportado que los “problemas con los padrotes ocurren con relativa frecuencia entre las prostitutas de Europa del Este, África y Asia”, y la mayoría de los padrotes en Ámsterdam son hombres jóvenes de Marruecos o Turquía, u hombres mayores de Europa del Este.30 De hecho, un funcionario del Ministerio de Justicia me dijo que el problema más grande a partir de la legalización han sido las complicaciones para erradicar el sistema de padrotes.31
Sexta, ¿qué ocurre con la prostitución de menores de edad? Un estudio de 557 prostitutas callejeras y en casas que trabajaban en Ámsterdam, Rotterdam y La Haya entre 2002 y 2005 dio a conocer que la media de edad de entrada a la prostitución era 25 para aquellas que consumían drogas, 27 para las que no las consumían y 24 para las transgénero (el rango de edad era de 20 a 33 años).32
Séptima, ¿el estigma todavía afecta al negocio sexual a una década de su legalización? La legalización del vicio no implica respeto hacia él, y los individuos involucrados en la prostitución holandesa (trabajadoras, clientes, dueños de negocios o administradores) siguen enfrentándose a la mala fama. Aunque algunos sondeos mencionan que la tolerancia holandesa al trabajo sexual es mayor que en otras partes de Europa, esto no equivale a una aceptación total. Un ejemplo perfecto de esto es una estudiante universitaria holandesa que me dijo que consideraba la prostitución como “algo normal pero inmoral”.
Si es cierto que los actores individuales mantienen esta mala fama, los burdeles y agencias de escorts se han convertido en algo más “normalizado” en cuanto a que oficialmente son tratados como negocios ordinarios. Una consecuencia posible de la legalización de la prostitución es que pueda crear un clima en el que las políticas puedan ser discutidas de forma abierta y convencional. Más aún, la sola existencia y longevidad de las asociaciones de dueños de burdeles y ventanas aumenta su credibilidad. En los Países Bajos son consultados, rutinariamente, por las agencias gubernamentales y son vistos como participantes importantes en las discusiones de políticas públicas. A lo largo del tiempo, entonces, la prostitución legal puede ganar un poco de legitimidad, la cual era imposible obtener cuando era criminalizada y marginada. Pero este resultado es poco probable en lugares en los que la oposición organizada es robusta —donde las fuerzas dentro del Estado, grupos locales de interés o críticos extranjeros continúen condenando el trabajo sexual y sigan pidiendo que se deroguen las leyes que la legalizaron. Esta oposición crece hoy en día en los Países Bajos.
Ronald Weitzer
Profesor de sociología en George Washington University. Autor y editor de varios libros, entre ellos, Sex for Sale: Prostitution, Pornography, and the Sex Industry.
Este texto es un fragmento del capítulo 6 del libro Legalizing Prostitution. From Illicit Vice to Lawful Business de Ronald Weitzer. New York University Press, 2012.
Traducción de Esteban Illades.
1 Conversación con el autor, Ámsterdam, 2002.
2 Ley citada por Chrisje Brants, “The Fine Art of Regulated Tolerance: Prostitution in Amsterdam”, Journal of Law and Society 25 (1998): 621-635, p. 621.
3 Ídem.
4 Marieke van Doorninck, “History of Prostitution in Amsterdam”, ensayo sin publicar, 1999, pp. 4-5.
5 Descripción basada en ídem.
6 Ibíd., p. 7.
7 Brants op. cit.
8 “Between the Lines”, junio de 1997, hoja informativa de la de Graaf Foundation for Prostitution Issues.
9 Tineke Oostdam, citada por Nick Cohen, “Booming Business among Amsterdam’s Red Lights”, Independent (Reino Unido), abril 24, 2002.
10 Brants, op. cit.
11 Marieke van Doorninck, “A Business like Any Other? Managing the Sex Industry in the Netherlands”, en Susanne Thorbek y Bandana Pattanaik (eds.), Transnational Prostitution: Changing Patterns in a Global Context, Zed Books, Londres, 2002, p. 196.
12 Entrevista con Klein Beekman, director de la Association of Operators of Relaxation Businesses (VER), Ámsterdam, marzo 24, 1997.
13 Van Doorninck, “A Business Like Any Other?”, p. 196.
14 Wim Huisman y Hans Nelen, “Gotham Unbound Dutch Stye: The Administrative Approach to Organized Crime in Amsterdam”, Crime, Law, and Social Change, 48 (2007): 87-103; Brants op. cit.
15 Brants op. cit.
16 Edgar Danter, “Green Light at last for Dutch Red Light Districts”, Deutsche Presse-Agentur, febrero 6, 1999, N= 2,600.
17 World Values SUrvey, llevada a cabo en 1990 y 2005, www.wvsevsdb.com/wvs/WVSAnalizeQuestion.jsp
18 Joyce Outshoorn, “Pragmatism in the Polder: Changing Prostitution Policy in the Netherlands”, Journal of Contemporary European Studies 12 (2004): 165-176.
19 Ministro de Justicia, citado por Joyce Outhsoorn, “Voluntary and Forced Prostitution: The ‘Realistic Approach’ of the Netherlands”, en Joyce Outshoorn, ed., The Politics of Prostitution, Cambridge University Press, New York, 2004, p.185.
20Jan Visser, “Prostitution Policy under Construction”, estudio no publicado, Ámsterdam, 2008.
21 Sander Flight, Paul Hulshof, Paul van Soomeren y Peter Soorsma, Evaluating Lifting the Ban on Brothels: Municipal Policy, resumen en inglés de DSP Groep for Ministry of Justice, WODC, 2006, p. 5.
22 Correo electrónico de SIetske Altink al autor, enero 26, 2010. Ver también Altink, Sietske y Sylvia Bokelman, Rechten van Prostituees, Rode Draad, Ámsterdam, 2006.
23 Daalder, A. L., Prostitution in the Netherlands since the Lifting of the Brothel Band, WODC/Ministry of Justice, La Haya, 2007, p. 87.
24Regioplan, resumen del análisis, An Evaluation of the Lifting of the Brothel Band: The Social Position of Prostitutes, Regioplan Beleidsonderzoek, Ámsterdam, 2006, p. 7.
25 Daalder, Prostitution in the Netherlands, op. cit., pp. 74-75.
26 De Graaf, Ronald, Prostitutes and Their Clients, Gegenens Koninkijke, La Haya, p. 15.
27 Ministerio de Justicia, Report of the Prostitution Law Review Committee on the Operation of the Prostitution Reform Act 2003, Ministerio de Justicia, Wellington, Nueva Zelanda, 2008.
28 A. L. Daalder, Lifting the Ban on Brothels, WODC/Ministerio de Justicia, La Haya, 2004, p. 30.
29 Daalder, Prostitution in the Netherlands, op. cit., p. 79.
30 Ídem.
31 Entrevista con un funcionario del Ministerio de Justicia, Ámsterdam, junio 27, 2008.
32 Maaike van Veen, “HIV and Sexual Risk Behavior among Commercial Sex Workers in the Netherlands”, Archives of Sexual Behavior 39 (2010): 714-723.
2014 Septiembre, Expediente.
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