Migrar embarazada: mujeres enfrentan precariedad y falta de atención adecuada
Natalia Matamoros
Ser una mujer migrante embarazada representa un reto, ya que, no sólo se complica la salud de las mujeres, también el desarrollo del embarazo Por si fuera poco, pedir ayuda en un país desconocido involucra, en muchos casos, no ser atendida, ser testigo de violencia obstétrica, falta de dinero o abandono familiar.
Mujeres en tránsito
A un lado de la Iglesia Nuestra Señora de la Soledad, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se encuentra un campamento migrante. Alrededor de 300 personas provenientes de Venezuela, Haití, Honduras, Colombia y Guatemala esperan respuesta de la plataforma CBP One para solicitar ingreso de forma regular a los Estados Unidos.
Destaca la presencia de niñas, niños y mujeres, algunas de ellas embarazadas y a días de tener a su bebé. Tal es el caso de Daniela Guzmán, de 18 años de edad y con ocho meses de embarazo.
El caso de Daniela Guzmán
Daniela salió de Honduras con su familia luego de que miembros de la organización criminal Mara Salvatrucha los obligaron a desocupar su vivienda. Sabía que caminar por días y el subir y bajar de autobuses implicaba un riesgo para su salud y la de su hijo, pero decidió migrar con la esperanza de mejorar su calidad de vida. Sin embargo, al llegar a la ciudad de Arriaga, en Chiapas, su familia la abandonó.
“Ya cuando llegamos a Tapachula empecé a sufrir, a caminar día y noche. A veces dormíamos en el monte, aguantábamos hambre, no tomábamos agua. Eso me iba a provocar un aborto. Había días que me desmayaba porque no tomaba agua.
Desde ahí él empezó a tratarme muy mal, ya entonces él me abandonó”.
La caravana migrante en la que iba Daniela rumbo a la Ciudad de México hizo una parada. No recuerda el pueblo, solo que allí conoció a Luis Fajardo, un joven guatemalteco que decidió acompañarla en su trayecto hacia la ciudad. Él contó a IMER Noticias que, en el camino, Daniela no recibió asistencia médica por temor a que los agentes migratorios los detuvieran.
“Por miedo al tema de migración no acudíamos. No conocíamos mucho a la gente porque no dilatábamos mucho tiempo en el sector. A veces estábamos dos, tres o cuatro días y con la misma gente nos subíamos. Ya de Nochixtlán para acá tomé la iniciativa de decirle a ella que la iba a apoyar con su embarazo y que me iba a hacer responsable de ella.
Gracias a Dios se me han abierto puertas. He trabajado duro y no le falta comida, está en control. Ella padece de un riñón malo, lo tiene dañado e infectado, pero ya está gracias a Dios en tratamiento”.
Parto de Daniela
Su parto está pautado para dentro de tres semanas en la Ciudad de México. Sus controles prenatales, que contemplan ultrasonidos mensuales y un tratamiento, lo suministra un centro de salud público. Esto se debe a la intervención de las representantes de la Asociación Civil Brigada Callejera, quienes la apoyaron durante una visita al campamento. La joven detalló que cuenta con la referencia de ingreso al Hospital de la Mujer, donde dará a luz a un niño.
“Hasta que llegué aquí a la Ciudad de México empecé a ir a control, a Brigadas Callejeras. Ahí iba cada 15 días, pero ya ahora estoy en el centro de salud. Ahí me están atendiendo cada mes, me dan vitaminas y ahorita todo bien gracias a Dios”.
A unos cuantos metros de la carpa de Daniela, se encuentra Yuletzy Mota, quien hace dos meses llegó a la Ciudad de México. Cuando partió de Venezuela tenía tres meses de embarazo, ahora cursa el octavo mes de gestación.
El caso de Yuletzy Mota
Desde su casa de campaña, Yuletzy recordó que, junto a su hermana y su pareja, cruzó la selva del Darién en tres días. Pese a los riesgos, decidió migrar porque en su país el dinero apenas le alcanzaba para una comida al día. En la ruta por los seis campamentos que conforman la selva, había módulos de la organización Médicos Sin Fronteras, pero no quiso acercarse porque no tenía malestares, sólo los pies adoloridos de tanto caminar.
No obstante, al llegar a un pueblo de Honduras, su salud se complicó y su familia tuvo que ingresarla en un hospital.
“En el camino sólo me vi en Honduras porque me enfermé con una tos que no se me quitaba. Eso me dio dolores de espalda y escalofríos. Duramos un mes en Honduras para recuperarme porque realmente estaba mal y temía que le pasara algo a mi bebé.
Ahí recibí atención, gracias a Dios. En el pueblito me atendieron, me pusieron una vacuna”.
En el Hospital Materno Infantil de Tegucigalpa le brindaron asistencia médica y le suministraron las vitaminas suficientes para su trayecto hacia la Ciudad de México.
Pasó por Guatemala y el sur de México. En ese tramo no se detuvo para buscar atención en un hospital, pero tampoco recibió orientación sobre los centros a los que podía acudir para revisar la evolución de su embarazo.
Al llegar a la Ciudad de México, Yuletzy tocó las puertas del albergue Cafemín. Aunque no pudieron darle refugio temporal por la saturación de sus instalaciones, la refirieron al Hospital Materno Infantil de Inguarán, ubicado en la Alcaldía Venustiano Carranza, para que retomara su control prenatal.
“En Inguarán sí me mandaron a ponerme en control. Me han dado medicamentos, no todos porque no tienen todos, pero sí me han dado medicamentos como ácido fólico y me han prestado la atención para llevar mi control, mi evaluación como tal”.
En promedio dos mujeres embarazadas son atendidas mensualmente por Cafemín. El albergue dispone de un servicio para revisar su condición médica, así lo explica Karina Alba, trabajadora social del centro:
“Aquí en Cafemín sí recibimos a mujeres. Muchas de ellas vienen con embarazos, algunas de tres meses, algunas con embarazos ya más avanzados desde 5 u 8 meses. Cuando llegan aquí a la casa lo primero que se les da es atención en el área de salud con una médica que les brinda la atención general.
En caso de que se detecte que requiera una atención médica más especializada, se hace una vinculación con otros centros de salud”.
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Encuesta sobre mujeres migrantes gestantes
Si bien hay mujeres que logran ser atendidas, hay otras que no han podido someterse a controles o evaluaciones más profundas porque les han negado la atención médica.
De acuerdo con una encuesta practicada a mujeres migrantes gestantes, publicada por el Consejo Nacional de Población y la Dirección de Estudios Socioeconómicos y Migración Internacional en México, señala que al 46% se les negó el acceso a centros de salud pública para controles prenatales porque no contaban con documentos que el Seguro Social les solicitaba.
Mientras que un 6.6% de las entrevistadas tuvo que pagar para que ser atendidas en un centro de salud privado. Otro 6.6% declaró que fue atendida porque el personal médico fue presionado por el Ministerio Público u otras instancias.
El informe también reveló que durante el parto, 73.3% de las mujeres fue víctima de violencia obstétrica, es decir, fueron maltratadas verbal y físicamente.
Astrid Torres: víctima de violencia obstétrica
Astrid Torres, originaria de Venezuela fue testigo de este tipo de violencia. Ella se dio cuenta de que estaba embarazada después de caerse cuando escapaba de agentes de migración en la frontera entre México y Guatemala.
El grupo que viajaba con ella en la caravana la llevó a un centro de atención primaria rural. La atendieron y pudieron controlar su sangrado, pero le advirtieron que al llegar a la Ciudad de México debía someterse a una evaluación periódica para evitar mayores riesgos.
Sin embargo, cuando llegó a la ciudad fue víctima de trato hostil en un centro de atención primaria, cuyo nombre no recuerda. Fue a un segundo ambulatorio y no la recibieron. Tuvo que pagar por una ecografía y el tratamiento en un tercer centro asistencial.
“Me dieron a entender que nosotros como migrantes, por la cuestión de falta de dinero o algo así, nos acostamos con cualquiera o hacemos cualquier cosa por dinero. Entonces yo me molesté y me salí de ahí. No me llevó el control, sino que me mandó a hacer todos los exámenes por fuera, aún cuando los hacían dentro del mismo centro de salud.
Después fui a otro hospital que me mandaron y ahí no me quisieron atender porque solamente era por urgencias. Hasta ayer me hice un eco, es el primer eco que me hago”.
Astrid puede pagar sus controles porque su hermana consiguió un trabajo informal, pero no todas las mujeres tienen esa oportunidad.
Caso de Abigaíl Suárez
La historia de Abigaíl es diferente, la hondureña de 20 años contó que apenas tiene dos meses de embarazo y no sabe a qué centros de salud públicos puede acudir. Tampoco puede pagar su control prenatal en un hospital privado y, hasta ahora, desconoce cómo va su embarazo y lamentó que no ha podido llevar una dieta saludable.
“Nosotros somos personas de bajos recursos, cuando hay para la comida no hay para otra cosa. Si tenemos para un bote de agua no hay para la comida. Nosotros estamos viviendo unos momentos bien complicados y sin nada, sin dinero”.
Las limitaciones económicas aunadas al desconocimiento de los centros gratuitos de asistencia, propicia que un número importante de mujeres gestantes queden sin atención. El informe Migración y Salud, precisó que un 15% de las embarazadas consultadas argumentó que no asisten a control prenatal porque no saben en cuáles hospitales las reciben.
La falta de información ha sido considerada por varias instituciones que brindan asistencia médica a las mujeres embarazadas en situación de calle. Por ello, través de una red se realiza un diagnóstico y se les brinda información para que acudan a tratarse.
Clínicas Especializadas
La Clínica Especializada Condesa–Iztapalapa es un ejemplo.
Nathalie Gras, subdirectora de atención a poblaciones clave de ese organismo, detalló cómo trabajan:
“No inventamos nada nuevo, es decir, no nos inventamos un servicio para personas en movilidad. Lo que hicimos fue que todo lo que ya está disponible para residentes de la Ciudad de México sin seguridad social, estuviera disponible y, en especial, fuera accesible para personas en movilidad, independientemente del estatus migratorio”.
Por su parte, Sofía Esquivel, ginecóloga de la Clínica Condesa explicó las fases de atención una vez que las mujeres ingresan al centro:
“Una vez que llega la paciente determinamos sus factores de riesgos ginecoobstétricos de embarazo. No es lo mismo que sea su primer embarazo a que sean múltiples embarazos. A que hayan tenido pérdidas, a que todos sus hijos vivan o en qué condiciones de salud se encuentran en estos momentos.
Entonces, después de eso, hacemos una exploración física de pies a cabeza para poder determinar en qué condición de salud se encuentra en ese momento”.
La y los involucrados en este proyecto consideraron que es indispensable formar una red global para que las poblaciones vulnerables. Especialmente para que las mujeres embarazadas tengan asistencia integral y gratuita garantizada desde su paso por Sudamérica y Centroamérica hasta que lleguen a Estados Unidos, o bien, si deciden quedarse en México.
https://noticias.imer.mx/blog/migrar-embarazada-mujeres-enfrentan-precar...
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