Marcha de sexoservidoras por el día del trabajo

Imagen tomada del internet

lunes, 30 de mayo de 2016

Marcha de sexoservidoras por el día del trabajo

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Como dije antes, escribir crónica es muy bonito, pero díficil. A continuación, una breve crónica de lo que viví un primero de mayo.

Marcha de sexoservidoras por el día del trabajo

La vi en el canal once por primera vez. Brigada callejera A.C. es una asociación que se encarga de ayudar a las prostis (gulp) con revisiones sexuales gratis, estudios para poder realizar una carrera técnica y en general en brindarles un espacio que las haga sentirse acompañadas en su tarea diaria, pues el riesgo es alto y no saben si podrán vivir para trabajar otro día.
Gracias a mi método de investigación habitual (googlear) descubrí que esta misma asociación convocó a una marcha el primero de mayo para exigir ya no sus derechos laborales, sino que sean reconocidas como trabajadoras. La dirección que avienta el buscador me dice que la marcha saldrá del mismo lugar donde se encuentra brigada callejera, a unos metros del metro Candelaria. Tiene años que no voy a parame por allá. Cuando era pequeño, mi mama me arrastraba casi a la fuerza para que la acompañara a surtir la ropa para la venta de todos los domingos de tianguis, odiaba el metro y las congestionadas calles llenas de basura y ratas. Pero aun así, he de confesar que con el tiempo le agarre el gusto a ir por esos lares. Mi pequeño e inmaduro sexo sentía perturbaciones cuando al caminar por Corregidora, tomado de la mano de mi madre, veía una increíble pasarela de piernas y nalgas entalladísimas en diminutos vestidos que tapaban lo suficiente para sentir curiosidad de saber que hay más allá de la tela. “¡Tchh, tchh!, ven papi”, solían decirle a los viejos jariosos que ni la mirada disimulaban. Los más cohibidos eran aquellos que iban con sus esposas e hijos y caminaban levantando las piernas para disimular sus erecciones. Varias veces me decía: “cuando sea grande voy a juntar mucho dinero para meterme con la más guapa de esas putas”. El miedo a las enfermedades venéreas y el que nunca lograra juntar mucho dinero hizo que ese sueño no se hiciera nunca realidad. Además era un pequeño pervertido, y ya no lo soy (tanto).

Es muy divulgada la idea de que es más fácil contagiarse de algo al meterse con una ama de casa que con una prostituta (oh no, otra vez el termino equivocado), ¿será? Yo creo que sí. Una sexoservidora (termino indicado) tiene que saber cuidarse y se hace análisis con frecuencia. Un ama de casa, a pesar de acostarse únicamente con su marido pues… eso, no sabe con quienes se ha metido su esposo.

Primero de mayo en Corregidora

Otra vez llegue muy temprano, normalmente me toma dos horas llegar a cualquier parte del centro, pero es domingo y ni tráfico hay, mi cita es a las nueve y apenas son las ocho y cuarto. Decido entonces dar una vuelta por el lugar, uno de los prostíbulos más grandes del mundo, operando las veinticuatro horas del día y aunque llueva o haga el frio más gélido, siempre veremos varias almas de audaces chicas dispuestas a ser el placer de desconocidos, ciento cincuenta por veinte minutos.

Caminar por Corregidora aun de día es toda una experiencia, una pequeña calle sitiada por vendedores ambulantes de todo tipo y que tapan de la vista a los locales establecidos que seguramente si pagan impuestos, aunque lo más seguro es que ellos le han de pagar a alguna mafia, igual que mi familia al pagarle a los ladrones de ACOFIMET para que nos dejen vender en el tianguis del fin de semana, politiquillos del municipio que huyen cuando hay problemas pero están siempre puntuales cada mes para cobrar la cuota; antojitos, películas piratas “de buena calidá” y mucha ropa. Del lado de la banqueta se alcanzan a distinguir la entrada a varias vecindades, umbrales oscuros que se notan peligrosísimos y que estimulan la imaginación, ¿Qué sombrías historias se desarrollan ahí?

Aún es temprano, y los comerciantes apenas se preparan para la “vendimia” (ups) y el reguetón y las cumbias ya son escupidos a niveles insanos de las bocinas de los puestos de discos piratas. Un olor a grasita quemada de unos tacos me seduce, sólo desayune unas galletas con leche y el hambre es canija, pero apenas si traigo para comprarme un refresco así que decido distraer al hambre con un “cigarriri”. Unos metros más adelante están ellas, gordas, flacas, viejas, jóvenes, las hay más bonitas y otras de plano feas, pero igual están ahí, a la espera de un cliente.

No la encuentro

La dirección en internet decía Corregidora ciento quince, y no hay nada de nada, solo un local de zapatos. Ya son más de las nueve y no veo ni pancartas ni bulla ni nada. Me acerco entonces a un policía que estaba sacándose los mocos y le pregunto ¿disculpe, no sabe dónde se encuentra el edificio de brigada callejera? Pone cara de que no tiene ni idea de que le hablo. ¡Ijoles!, no pus no sé amigo me contesta y me dispongo a ir a preguntar a otro lado, cuando llega un viejo gordo cojeando, con un periódico en una mano y su bastón en la otra. ¿Qué pasó, qué se les ofrece?, Oiga no sabe usté en dónde está la brigada callejera, dice el policía ¿Quién quiere saber?, El joven. El tipo se acerca a mí y siento su pesada mirada como si me analizara en un solo parpadeo. Tiene la cara curtida por el sol y llena de cráteres por el intenso acné que seguramente padeció en su juventud, me da la impresión de ser un viejo lobo de mar, que ha visto mucho más de lo que yo veré en toda mi vida. Mire joven, venga para acá, ¿ve ese edificio de allá?, en el gimnasio, ahí está una brigada pero no abre los domingos, así que tiene que ir a ese otro, en el grandote que se ve terminando la calle, ahí lo pueden atender el día de hoy, tiene que tocar el botón rojo del interfon y preguntar por lo de brigada callejera ¿entendió?, sí, gracias. El sujeto se aleja saludando a las chicas con total naturalidad, supongo que ya está tan acostumbrado que ya ni les voltea a ver las nalgas. No lo sé, el tipo me dio buena espina así que voy a investigar el sitio que me señaló.

El edificio es alto, y veo el botón rojo. Lo presiono y espero unos segundos, sin respuesta. Por qué mierda siempre me pasa esto. Ya estaba por irme cuando una voz cavernosa sale como un espectro de las rejillas de la máquina del interfon. ¿Qué quiere?, Buenos días, ¿es aquí lo de Brigada Callejera?, espere, espero y vuelve a hablar, Si ahí espérese tantito, ahorita bajamos a atenderle. De repente siento un escalofrío subir como un hielo seco por mi espalda, y antes de que pudieran bajar a atenderme me alejo lo más rápido posible, ¡corre como el viento tiro al blanco!

No sé cómo no sospeche desde un principio de ese lugar, no había ni mujeres afuera esperando a irse a marchar o algo por el estilo. ¿Habrá de entre todas las leyendas de la merced una que hable sobre un viejo que engañe a las personas para guiarlas a ser devoradas por algún demonio o espectro en un edificio con un interfón de botón rojo? Bueno si fuera real no me aterraría tanto como eso de la rata gigante que se la pasa matando perros y gatos.

La prostituta (digo, sexoservidora)

Ya son las diez y no he encontrado nada, me la pase caminando desde corregidora hasta San Pablo y no hay nadie marchando. Pero al menos vi unas bicis muy chéveres a precios de locos, en navidad vendré por una. De regreso a Candelaria, dispuesto a darme por vencido, veo a una chica de mirada nostálgica y tierna, parada en una esquina, de labios carnosos y piel tostada como la canela, con el rostro cubierto por el maquillaje más lascivo que hubiera visto. A lo mucho tendrá veinte años. Me da asco pensar en ella ensabanándose con cualquier tipo que le ofrezca unos buenos billetes. Paso a su lado, disimulo un poco, veo que no haya algún policía alrededor, vuelvo sobre mis pasos y la intercepto.

Al ver que la miro, ella me sonríe de la única manera en que puede sonreírme una prostituta o una religiosa, con compasión. Le preguntó si no sabe en donde está lo de Brigada callejera y su mirada cambia drásticamente al darse cuenta que no soy ningún cliente. ¿Por qué quieres saber eso? (jaja saludos). Me doy la oportunidad de ser un idiota presumido e intento lucirme frente a ella, veras, soy periodista y estoy cubriendo la nota de la marcha de sexoservidoras por el primero de mayo, ¿No sabes en donde se encuentran marchando? Fue más que obvio que no se impresionó ni tantito, pues con soberbia voltea a otro lado y me dice cortantemente, no, yo no sé nada. Si no quieres coger entonces vete. No hay duda de que estas mujeres son rudas y no vienen a perder el tiempo. Me alejo avergonzado y pensativo, ¡no vuelvas a decir pendejadas!

La marcha

Caminado por anillo de Circunvalación veo bullicio en la banqueta. Son unas tres chicas rodeando a un solo hombre, hablan bajito y no alcanzo a escuchar que le dicen pero no hay duda de que le reclaman algo, ¿habrá querido propasarse y ahora lo están chantajeando? La gente se reúne alrededor de ellos disfrutando el espectáculo y yo también hago lo propio. Pero el problema estalla cuando una de ellas intenta quitarle algo que él trae sujetando con ambas manos y el tipo intenta salir echando leches de ahí. Es una cámara. Aun con sus tacones de aguja las mujeres lo corretean a toda velocidad por unos veinte metros mentándole la medre y diciéndole que ni de pendejo se le vuelva a ocurrir pararse por ahí. El tipo desaparece entre el rio de gente que ya hay a esa hora. ¿Sería alguien investigando algo relacionado con la trata? O sólo era un hombrecillo pervertido sacándoles fotos para después jalarse el ganso con ellas.

Nadie lo sabrá. Me acuerdo del comic de Sin City, donde las prostitutas de un barrio peligrosísimo, defendían con rabia y coraje su territorio de los policías, ladrones e idiotas que quieran propasarse ayudadas por el imponente Dwight Mccarthy. Si te portas bien son capaces de llevarte al paraíso, pero si se te ocurre hacer una estupidez, puedes despedirte de tu pene. Pero eso es ficción, y la realidad es otra, aquí no hay justicieros que las ayuden, están por su cuenta y los padrotes y la policía abusan de su trabajo. El gobierno voltea la mirada y hace como que le importa arrestando a los clientes y acusando a los empleados menores de los hoteles de paso de trata de personas.

Ya estoy cansado de caminar y ya quiero irme a casa. Pero al fin encuentro lo que vine a buscar. Por Circunvalación vienen marchando ya, el zócalo es su objetivo. Sus pancartas rezan frases como “El condón es un derecho, no es un delito”, “Putas no, güilas tampoco, sexoservidoras es lo que somos” “respeto a nuestro trabajo”.

Decenas de mujeres marchando para exigir el respeto que se merecen, unas van con el rostro cubierto, otras vestidas como su profesión dicta. El día del trabajo nació gracias a un grupo de mujeres que pedían el mismo trato que se la da a los hombres. Es gracias a ellas que muchos se atreven a levantar la voz. Escuchemos pues lo que todas las mujeres tienen que decir, sexoservidoras incluidas. Es su oficio y merece respeto.

De regreso por corregidora veo al fondo ese bello elefante blanco que es la cámara de San Lázaro.